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Las cubetas de huevos están envueltas en cinta para evitar que se rompan en el camino.Joffre Flores

La historia de don Santiago, quien se ha ganado la vida vendiendo huevos en Guayaquil

Caseritos | El negocio de don Santiago lo ha sustentado por más de 20 años. Ahora, debido a una enfermedad, le da más ‘suave’ al trabajo

Aunque un perrito mestizo de nombre Don Benji es el fiel compañero de don Santiago Chonga, de 65 años, es a la Biblia a la que él nunca suelta. Y eso se puede observar en su negocio de venta de quesos, huevos y arroz, ubicado en la calle principal de Jardines del Salado, en la avenida Rodríguez Bonín.

Junto a la silla en la que él descansa mientras los clientes llegan y se van, se encuentra su Palabra, misma que él llama “Espada de doble filo”, que lo cuida en tiempos de inseguridad.

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Don Santiago, desde hace 20 años, se levanta con mucho entusiasmo a abrir su negocio y a pesar de que este ha evolucionado conforme ha transcurrido el tiempo, él asegura que mantiene su esencia del buen trato a los clientes. “Aquí se les trata con educación. Así sea que pasen solo preguntando el precio, ellos deben llevarse una buena impresión”, confiesa.

¿Qué otra cosa ofrece don Santiago?

Su secreto dice que es la amabilidad, pero también el bajo precio de los productos, entre ellos la cubeta de huevos. Una de estas, con los huevitos completos y grandes, la oferta en 3,60 dólares; es decir, los clientes de don Chonga se ahorran unos centavos.

Y así mismo sucede con la libra de queso. El producto estrella es el lácteo, pero del tipo ‘chicloso’ o ‘manaba’, como le llaman comúnmente, dice don Santiago. “La libra de ese queso la venden en 3 dólares en el mercado, pero yo la dejo en 2,75. Lo más importante es que no es un producto viejo, sino que es fresquito”, comenta.

El otro tipo de queso que vende es el de mesa que, afirma Santiago, viaja desde Chimborazo o Tungurahua (provincias de la Sierra central) directo a la mesa de los comensales de Jardines del Salado y de otros sectores cercanos como Puerto Azul.

“Hay compradores que saben que aquí en Jardines encuentran de todo y prefieren hacer sus compras semanales en esta ciudadela”, dice entre risas.

Don Santiago, a pesar de su edad, se mantiene laborando, pero lo hace de una manera más calmada que cuando inició en el negocio de venta de víveres. “Tenía una tiendita, pero me vino una enfermedad en los huesos y no aguanto el trabajo fuerte. Sin embargo, aún continúo porque hay que buscar el pan de cada día”, finaliza. 

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