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Carlos Lara aún sueña con el desastre que casi le arrebata la vida. No puede dormir por temor de que vuelva a pasar.Karina Defas

En La Comuna: Pesadilla con lodo

Los vecinos de Santa Clara de San Millán aseguran que no han recibido apoyo de autoridades. Con comidas costean cirugías de afectados.

Carlos Lara se estremece al recordarlo. El aluvión de La Comuna de Santa Clara de San Millán está latente en sus peores sueños. Él sobrevivió a dicha tragedia.

Y pese a que agradece a Dios por una segunda oportunidad aún se cuestiona sobre el propósito. Han pasado 9 meses desde ese fatídico lunes. El ‘mar’ de lodo se tragó la vida de 29 personas de ese barrio del noroccidente de la capital.

En la actualidad, los vecinos aún sienten los estragos. No pueden dormir tranquilos, reconocen. El invierno ha llegado y, aunque hay días soleados, la posibilidad de un fuerte aguacero se mantiene.

“Cualquier rato nos vuelve a pasar lo mismo”, teme Carlos, de 72 años. El dique de la quebrada de El Tejado está acumulando agua nuevamente. “Ya mismo se desborda”.

Ese 31 de enero, el taxi en el que Carlos trasladaba a dos pasajeros fue el primero en chocar contra el aluvión. Está vivo de milagro. Sin embargo, los dolores en una de sus rodillas y en la columna le impiden trabajar.

Y aunque pudiera hacerlo, no podría laborar, porque el taxi que conducía se lo llevó el sedimento.

“He llorado. Tengo miedo. Al principio fui al psicólogo porque no podía dormir. Tragué mucho lodo. Tengo pesadillas. No puedo ocultar lo que siento, estoy acabado. Y necesito trabajar para mantener a mi familia”, lamenta.

En La Comuna murieron 29 personas durante el aluvión.Cortesía

En La Comuna existen unos 50 hogares afectados, según Graciela Mora, representante de los damnificados. Hay otro centenar de familias, cuyas consecuencias están presentes, pero no son tan graves como en las que hubo muertos y lesionados.

"Hay 16 huérfanos y no se ha canalizado la ayuda a sus familias ni se ha entregado los bonos ofrecidos”.Graciela Mora

Hornados solidarios

El día a día es un reto para los comuneros. “Vivimos sicosiados. Siempre con miedo a que se repita”, dicen.

Además de los ‘caídos’, ese desastre dejó muchos lesionados. A tres hombres se les gangrenaron las piernas. Uno de ellos terminó con la extremidad amputada.

Pese a todo se han organizado. Los hornados solidarios han permitido costear cirugías y exámenes médicos que las autoridades no han canalizado, aseguran. Sin embargo, el miedo permanece.

La Comuna no volvió a ser la misma. Un aguacero los pone en zozobra. Peor si viene acompañado de algún estruendo. “Las autoridades han tomado medidas parche como dar analgésicos a los heridos o venir a tomarse fotos mientras limpian algo, pero no hay reactivación económica, hay pobreza y desesperación”, insiste Mora.

"Dios me perdonó la vida para volver a reconstruir este espacio de deporte que nos llena a todos”.Gonzalo Ramírez

El Municipio

Juan Esteban Espinoza, gerente de operaciones de la Empresa Municipal de Agua Potable (Epmaps), detalla que los trabajos de mantenimiento en la quebrada de El Tejado son permanentes. “Se realiza un control del material que baja y se cumple con la remoción para evitar que se tape el colector”, precisa.

Con respecto al dique al que hace referencia la comunidad, Espinoza refiere que también está dentro de las tareas constantes. Se encuentra en la parte superior y su función es amortiguar el flujo de agua cuando la lluvia es muy fuerte. 

La canchita del barrio quedó bajo un ‘mar’ de lodo. A punta de mingas la vuelven a levantar.Karina Defas

La única alegría

La canchita, epicentro de la catástrofe, se levanta mediante las mingas de los vecinos. Sin embargo, hace unas semanas, el Municipio suspendió la construcción de las baterías sanitarias.

“Dicen que estamos en zona de riesgo, pero no hacen nada para arreglar el problema en la quebrada”, explica Gonzalo Ramírez, uno de los sobrevivientes. Sus rodillas quedaron destrozados y, aunque ya no puede jugar volley, es feliz desde la tribuna. O lo era.

Desde que suspendieron la obra le quitaron el único aliciente que tenía La Comuna. “El mejor regalo que podrían darnos es que nos permitan seguir con la construcción. Hemos hecho todos los estudios del suelo. Ni siquiera estamos pidiendo dinero, solo que nos levanten la medida”, dice.