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Con 'compus', pero sin red
Unos 103.000 niños no se matricularon a clases. Muchos por falta de dispositivos electrónicos. Ahora, entidades apuestan por suplir esa necesidad.
Hay que turnarse. Los hijos de Clara Valdivieso comparten un celular para sus clases de escuela, colegio y universidad. Y aunque ya recibieron una laptop, la situación en casa no mejora. Ellos viven en Catsuquí de Velasco, noroccidente de la capital.
Y por eso, para las entidades que entregaban donaciones de ropa y juguetes a los pequeños en Navidad, los esfuerzos dieron un giro, porque se necesitan más ‘compus’. “Vimos que lo más importante es la alimentación y la educación”, explica la vicepresidenta del Consejo de Derechos de Quito, Sybel Martínez.
La necesidad de tener acceso a dispositivos electrónicos, explica Martínez, surgió en la pandemia. “Antes por lo menos tenían sus cuadernos y atendían a clases. Ahora muchos simplemente no tienen con qué”.
Durante el confinamiento, la familia de Clara usó un teléfono que no tenía capacidad para las aplicaciones de conexión virtual. “Ahí entrábamos a las clases más importantes. No aprendemos igual”, dice Mishell, estudiante de educación inicial y la mayor de los tres hermanos.
La señora tiene un ingreso de unos 200 dólares, dinero que gana como empleada doméstica y ‘cachueleando’ en los sembríos de la zona. “No sé cómo, pero logré contratar un plan de Internet”, cuenta.
La falta de conexión
En la comunidad de Catsuquí de Velasco, 200 niños no asisten a clases o lo hacen intermitentemente. Y en el presente año lectivo (régimen Sierra y Amazonía) aproximadamente 103.000 menores no se matricularon por falta de recursos, según datos del Consejo de Derechos.
Hasta ahora la Fundación Rescate Escolar ha entregado 30 computadoras en la capital. No obstante, para Martínez, quien es parte de la entidad, “no se trata solo de dar los aparatos, las familias necesitan Internet. A veces no tienen ni para el pasaje, menos para pagar un plan”.
No reciben clases
En el caso de Anny Quinteros, quien tiene tres hijos en edad escolar, desde que se inició la pandemia los niños no se han conectado a ninguna clase. Ella recibe los temas por WhatsApp e intenta explicarles a los chicos. “Soy médica y tengo conocimiento, pero no tengo la pedagogía para enseñarles”, dice.
También recibió una ‘compu’ de la fundación, pero el problema es que depende de su vecina para acceder a Internet. Como es un máquina de escritorio, es indispensable conectarse a través de un cable y no del wifi. “Espero que la vecina me ayude”.
Martínez indica que están levantando fondos “para ayudar con este tema y que la solidaridad se ajuste a las circunstancias actuales”.
Las realidades de estas dos familias son parecidas, pero no iguales. Mientras que Anny puede enseñar a su modo a sus hijos, Clara también está aprendiendo, pues estudia en las noches para completar su educación primaria.
“Hay una gran falencia en la educación. Las mallas curriculares no van de acuerdo con la realidad. Materias como matemáticas son más difíciles, los chicos no aprenden”, concluye Sybel Martínez.