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Richard Flores y Luis Tomalá recuerdan con alegría las anécdotas que quedaron de carnavales pasados.Christian Vinueza

En La Chala habrá la tradicional ‘guerra’ de huevos, harina y pintura el último día de carnaval

Los festejos en ese sector del suroeste de Guayaquil son ‘con todo’. Los más ‘veteranos’ recuerdan el chisguetazo de orina que les lanzó una vecina

En la Décima y El Oro, en el suroeste de Guayaquil, todo es literalmente fiesta, música y diversión durante los días del carnaval.

Es todo lo que usted imagina: piscinas en la puerta de cada vivienda, parlantes sonando, espuma volando por el cielo y, por supuesto, comida en cada portal.

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Así cuenta Richard Flores, líder barrial de la zona, ubicada en la ciudadela La Chala. “Una cosa es que yo lo cuente y otra muy diferente es lo que se ve aquí”, advierte.

Aunque en la tarde del jueves previo a la celebración no había ni rastros de lo que él menciona, para las 14:00 del martes 13 de febrero, según el calendario de 2024, el barrio estará lleno de ‘vida’.

“Familias enteras saldremos a ‘carnavalear’. Todos los que habitan desde la calle 4 de Noviembre hasta el callejón García Goyena se incluyen en la celebración. Es como si fuera la feria de la familia”, comenta con alegría.

En el suburbio porteño, los vecinos ‘chupan’ y se emabarran de pintura. Foto de 2013.archivo

Él, quien ha residido en el sector desde hace más de 50 años, dice que esta es una tradición que no se ha perdido, pues familias que ahora residen en otros sectores continúan visitándolos durante carnaval para ‘pegarse’ su dosis de alegría. 

“Entendemos que vienen porque saben que es un barrio seguro. Primero que nos conocemos entre todos y si alguien extraño llega, lo sacamos. Además, tenemos cámaras de vigilancia y alarmas”, refiere.

Las pozas también fueron un ‘clásico’ en la época de carnaval. Ahora, debido a la pavimentación, ya no se usan.

Los más deseados

Pero a los huevos, a la espuma y a la pintura son los ‘asistentes’ que nunca ‘espantan’ de la zona. Richard sabe que los huevos en la tienda se acaban en las fechas de ‘agua’. No es que la gente se antoje de comer huevo frito todo el día, sino que los compran por cubetas para batirlos desde un día anterior y estrellarlos en las cabezas de los vecinos.

“Aquí se usa lo que se encuentre en el camino: si es achiote, venga; si es anilina, harina y hasta pintura de esmalte, también es bueno. Pero eso sí, siempre con respeto, nosotros vemos quienes están jugando y quienes no”, detalla el morador, quien reside allí desde hace aproximadamente 50 años.

Y, obviamente, la ‘guerra’ de música también se siente. Cada familia instala su parlante y piscina afuera de su casa para quedarse en la rumba hasta la 01:00 o 02:00. “Luego vamos todos en fila a la iglesia a recibir el Miércoles de Ceniza, como si no hubiera pasado nada”, comenta.

En la foto, los vecinos de La Chala disfrutaban de los días de juego.CORTESÍA

Recuerdo con sabor a pipí

Sin embargo, no todo ha sido color ‘carnaval’ para ellos. Hace aproximadamente 25 años, cuenta Flores, una inquilina llegó a su vivienda. Ella era una madre soltera, guapetona, que era galanteada por todos los ‘gallos bellos’ del barrio. Todos querían jugar con la nueva vecina y fue tanta la intensidad del jugueteo que la mujer, cansada de recibir globazos, espuma y harina a cada rato, decidió orinar en sus manos y lanzarles el líquido a los que no la dejaban en paz. “Hasta ahora tenemos el ‘sabor’ de ese carnaval”, ríe Richard.

Lo que inaugura el juego es la presencia de las piscinas en las calles. Cada vivienda tiene la suya instalada en el espacio que le corresponde.

Sin embargo, en este 2024 les preocupa las sanciones que puedan recibir al haberse emitido una regulación de parte del Municipio de la ciudad, en la que se las prohíbe en el espacio público.  “Creemos que esto es una diversión sana que no le perjudica a nadie. Cada quien celebra en su ‘metro cuadrado’ y no nos parece una decisión adecuada: nos bloquea toda la celebración”, afirma.

Además, a ellos les entristece que no se puedan ubicar, ya que las postales que se registran de ese evento se las comparte para los que residen en el extranjero. Luis Tomalá, vecino fundador, coincide. “Cada quien pone su piscina en su vereda, si es que tiene espacio”.

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