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La caserita de la Entrada de la 8 que facilita el tiempo de cocina
Susana, desde hace varios años, ofrece pescados y camarones en un puesto en la avenida Casuarina. Ella hasta da recomendaciones de platos
Los pescados que vende Susana Zamora huelen a frescura a metros de distancia. La mujer, de 43 años, vende mariscos en la conocidísima entrada de la 8, al noroeste de Guayaquil. En este caso, a pesar de que la zona está llena de más comerciantes, Susana se gana su puesto todos los días.
“Trabajamos los siete días de la semana, desde temprano hasta tarde. El único día que nos vamos temprano es el domingo: a las 17:00 ya nos estamos recogiendo”, asegura, al decir que la constancia es la que les hace ganar a los clientes.
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Susana está segura de que el tratarlos como reyes también tiene algo que ver para que la escojan como su ‘caserita’. “Yo siempre los recibo con buena cara, me dicen que tengo carisma hasta para vender”, afirma orgullosa.
Los gestos de ella son afables, incluso su expresión corporal. La amabilidad nunca se acaba en ella, no se ‘sale’ del ‘personaje’ de buena gente.
“Lo trato de ‘mi amor’, ‘mi rey’, ‘precioso’ y ellos dicen que les gustaría que los traten así siempre -ríe- incluso, si es que en algún momento yo no trabajo, no compran”, comenta.
Ella, sin embargo, usa más tácticas como las ayudas y sugerencias... y no son superficiales. Susana, si se lo solicitan, hasta adoba el pescado que le compran. “Me dicen que tengo buena sazón”, expresa.
La caserita explica que le piden que le saque las tripas, las escamas, las aletas, la piel y que hasta los filetee: “aquí le damos todo listo, como para que lo lance al sartén y listo”.
Y en recomendaciones, pues los clientes en ocasiones le suelen preguntar qué es lo que le hace bien a alguien que tiene algún padecimiento. “En una ocasión me dijeron que qué pescado no le caía mal a una mujer con cesárea y yo sé que son los que no tienen dientecitos, porque hacen que se infecte la herida”, dice bien segura de su conocimiento ancestral.
Sin embargo, ella señala que esto no lo aprendió de un momento a otro, sino que un cuñado, hace “muchos años”, le enseñó todos los detalles de las criaturas marinas. “¡Ahora soy experta!”. Entre las especies que ofrece Susana en el puestito, que es una carreta, están la picuda, carita, dorado, corvina, camarones y -enfatiza- ¡todo de la mejor calidad!
El primero de este, la picuda, tiene una forma particular: es alargado, delgado y la parte de la boca termina en una punta que lo hace parecer una especie de espada y, según Susana, incluso ese pequeño pescado es apetecido.
“Aquí hasta en eso pensamos en los clientes: hacemos pilos de tres pescaditos por 5 dólares o ahí vemos cómo le ayudamos”, confiesa.
Y la ‘yapa’ por supuesto que se incluye en la venta que hace Susana, la mujer a la que nunca se le borra la sonrisa. “Lo bueno es que a mí también me tratan bien los clientes”, finaliza.
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