Los familiares de Richard Fernando López Chávez, de 22 años, llevan 15 días de angustia desde su desaparición y el posterior descubrimiento de su cadáver.

(Te invitamos a leer: Macabro hallazgo en Posorja: El tatuaje fue clave para su doloroso reconocimiento)

La tragedia no solo radica en la forma macabra en que fue asesinado, sino también en la incertidumbre y todo el trámite que les impide retirar su cuerpo, hallado desmembrado en un sector conocido como La Chanchera, en Socio Vivienda 2, al noroeste de Guayaquil.

Esta zona porteña, que pertenece al distrito Nueva Prosperina y que hasta ayer contabilizaba 249 asesinatos, 195 más que en el mismo período de 2024, ocurrió la peor masacre registrada en las calles del país, el 6 de marzo pasado.

Según sus familiares, Richard era el tercero de cuatro hermanos. El 22 de marzo fue visto por última vez junto a su esposa, Johana Janeth Tumbaco Quiñónez, mientras vendían legumbres en la calle José Rodríguez Bonín.

Al notar su ausencia, sus seres queridos presentaron una denuncia el 23 de marzo, un día después, ante la Fiscalía del Guayas. Sin embargo, el 24 de marzo, la madre de Richard recibió un mensaje de WhatsApp de un número desconocido que le decía: “Vaya a buscarlo a la morgue, su hijito está muerto”.

“Angustiados salimos de inmediato hacia el Laboratorio de Criminalística, que nosotros conocemos como la morgue, pero al llegar no encontramos ni a mi hermano ni a mi cuñada”, relató una de las hermanas de Richard.

Más tarde supieron que cuando el mensaje mencionaba la morgue, en realidad se refería a La Chanchera, donde además de los cuerpos de Richard y Johana, fueron hallados otros tres cadáveres, todos quemados y en estado de descomposición.

El 24 de marzo, cuando se encontró el primer rastro del crimen, solo fueron localizados los brazos, el torso y una pierna de Richard. Dos días después, la policía volvió al sitio tras reportes de moradores por el fuerte olor en la zona. En esa nueva inspección hallaron su cabeza y la pierna derecha, dentro de un saco.

Sus familiares lograron identificar el cuerpo por un tatuaje de una flor en su mano derecha y una pulsera que siempre solía llevar. Sin embargo, el médico forense les informó que antes de la entrega de los restos, estos debían ser sometidos a una prueba de ADN para confirmar la identidad.

“Esto ha sido una tortura. Vamos y venimos de la morgue todos los días. Nos piden una cosa y luego otra. Aún esperamos que todo esto acabe para poder darle sepultura a mi hermano y aliviar, aunque sea un poco, el dolor de haberlo perdido de esta manera tan brutal”, expresó la joven mientras observaba en su celular una fotografía de su hermano asesinado. (AEB)

¿Quieres acceder a todo el contenido de calidad sin límites? ¡SUSCRÍBETE AQUÍ!