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En busca del bollo más apetecido en la Bahía de Guayaquil
Para llegar a esta hueca, los clientes esquivan locales de celulares, ropa y demás artículos. Está ubicado en el segundo piso de un antiguo edificio.
Para llegar a él hay que cruzar por locales de venta de zapatos, relojes o gafas en la agitada Bahía, justo frente al portón Villamil del Malecón 2000, en el centro de Guayaquil.
En medio de toda esa maraña de artículos y de cuerpos que se cruzan por el camino, aparece un edificio en la calle Villamil y General Franco, en cuyo interior hay más negocios. Y más personas que, como hormigas, se multiplican a cada paso. Al final aparece un guardia de seguridad.
Él, ataviado con gorra y tolete, suelta un: “¡De seguro van por el bollo!”. Al tener la respuesta positiva del equipo de EXTRA, abre la puerta de un ascensor gris, que parece extraído de una película de suspenso o de los 80. “¡Segundo piso y a la derecha!”, instruye con firmeza el ‘body’.
Ya arriba todo cambia: el trajín de la popular zona comercial desaparece. Desde lo alto, la calma huele a verde cocinado con mariscos. En algún momento este espacio funcionó como departamento u oficina, pero actualmente es el ‘paraíso’ del bollo.
Las sillas de plástico están ocupadas por clientes que detuvieron sus actividades o simplemente decidieron subir para deleitarse de este platillo, uno de los preferidos de los costeños. Y lo hacen con la apacible vista hacia al río Guayas.
Esta es una de las características de este local donde, además de tener un balcón con un panorama privilegiado del casco comercial, los comensales concuerdan que también llegan atraídos por la pasta de maní, el ají, la sazón, la buena atención y porque llegar a este ‘huequito’ es toda una aventura.
“Jamás hubiese imaginado que detrás de los negocios de ropa, entre tanta gente voceando la mercadería y entre una serie de pasadizos, vendieran bollo. Hasta el ascensor es de terror. Tuve miedo. Si no fuera porque me recomendaron tanto este lugar, es que me ven aquí. Y no me arrepiento”, reconoce Lucy Arreaga, guayaquileña que habita en la décima etapa de la Alborada.
Vicky Ayoví y su cuñado Gerson Medina, conocido como Don Caicedo, son los ‘culpables’ de ponerle sabor a este laberinto.
Ella confiesa entre risas que, debido a la ubicación, muchos de los clientes o los ‘primerizos’ lo han bautizado “el refundido” o “el escondido”.
Además del bollo de pescado, ellos también conquistan los paladares con el mixto (pescado con camarón), con concha o el popular encocado. En un día particular prepara 100 y, los fines de semana, hasta 130. Es ‘caída y limpia’.
El local abrió sus puertas en 2020. Pero en la Bahía su bollo es muy conocido, pues empezó hace aproximadamente 10 años en la parte baja del edificio, donde se encuentran otros bolleros.
Pero, ¿cómo sobrelleva la competencia? “Ahí (en la parte baja) ha habido hasta peleas y, en diciembre, hay que tener enganchadores, aunque igual tengo mi clientela fija, que es la que me hace los tiktoks”, manifiesta sonriente Vicky, al recordar que entre los famosos que han probado sus bollos, están políticos y cantantes como Jazmín, la Tumbadora.
Y es que en una era de Tiktok, los usuarios han lanzado a la fama el sitio. Hay videos, como especies de tutoriales, de cómo llegar y cada vez hay más ‘fieles’. Es el caso de Carmen González, quien arribó al lugar a través de su hermana.
“Ella ya ha venido porque le encantan las redes sociales, que fue donde conoció el sitio. A mí me gusta el mixto, con ají y arroz. Así se debe comerlo”, cuenta Carmen.
Stalin Santos y su esposa se pegaron el viaje desde la isla Puná para disfrutar de la masa de plátano, maní y pescado. “Estaba haciendo compras y le dije a mi esposa: ‘vamos donde don Caicedo’. Siempre que venimos, ni para qué merendar”.
Así escaló el bollo de Vicky y Don Caicedo hasta la fama, sostenido por su sabor, pero también por creer que para llegar a devorarlo hay que sortear obstáculos, como si fuera un juego de niños.