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El 'bicho' fregó los trasplantes de órganos
Hasta febrero, 1.753 personas esperaban ser operadas. El enfoque en la emergencia sanitaria dificultó la identificación de donantes.
Nueve meses atrás, a Édgar Giovanni Guerrero Vega le pronosticaron poco tiempo de vida. Su esperanza era someterse a un trasplante de hígado. Con esa ilusión partió de Quito, aunque invadido de dudas. Felizmente, en febrero volvió victorioso.
El triste diagnóstico de salud fue en agosto de 2021. A su esposa, Rosa Yánez, le dijeron que lo llevara a casa porque supuestamente no tenía salvación.
Sin embargo, luego hubo la posibilidad de que en Guayaquil le realizaran la compleja operación, en el hospital-clínica San Francisco. Édgar se aferró a esa oportunidad y viajó al Puerto Principal con su cónyuge.
La fe en el Creador fue lo único que lo mantuvo firme, reconoce. En el camino fueron apareciendo complicaciones que a ratos desalentaban sus ganas de darle pelea a la cirrosis y fibrosis, sus oponentes.
“Estuve en cuidados intensivos. Fue una experiencia que solo Dios y los doctores saben cómo la pasé... A veces ido, a veces consciente”, relata recordando sus trágicos momentos postrado en una cama.
Cuando le hicieron los análisis médicos necesarios previo a la intervención, él estaba descompensado. Su estado era tan crítico que no fue posible utilizar el primer hígado compatible que había disponible.
Posteriormente, los galenos lograron estabilizarlo para la operación. El 6 de septiembre de 2021 finalmente se llevó a cabo el proceso con otro órgano de parámetros compatibles.
El cuidado posterior fue extremo. Nuevamente estuvo en cuidados intensivos, cuenta. Además, le suministraban medicación en dosis reducidas. No podían administrárselas completamente hasta que su cuerpo se adaptara al nuevo órgano.
“Esas medicaciones a veces son un poco fuertes, generan otras alteraciones, pero en general son manejables y obviamente no son mayores que la enfermedad que lleva a los pacientes a esa condición”, comenta Matías Altes, coordinador de Trasplante del hospital San Francisco.
El especialista menciona que los procesos con más dificultad son aquellos de cuyas personas que ya recibieron cirugías previas, pues las condiciones corporales no son las mismas.
PANDEMIA AFECTÓ EL RITMO
Édgar está eternamente agradecido con los doctores y ese donante que no conoce, pero le permitió seguir entre los suyos.
Considera haber recibido una bendición. Otros pacientes no tienen la misma suerte y deben atravesar tiempos de espera prolongados hasta que aparezca un donante.
Según cifras otorgadas por el Instituto Nacional de Donación y Trasplante de Órganos, Tejido y Células (Indot), hasta el 23 de febrero de 2022, a escala nacional, 1.753 ciudadanos aún no eran operados.
La ley que regula la donación y trasplantes de órganos, vigente desde el 4 de marzo de 2011, estipula que los ecuatorianos y extranjeros residentes legales en el país, mayores de 18 años, al fallecer se convierten en donantes. Pero pueden expresar su voluntad o no de serlo en el Registro Civil al obtener un documento de identidad.
Cuando muere un ciudadano que mantuvo su estado de donante, se debe registrar si su deceso fue por muerte encefálica (para donación de órganos y tejidos) o parada cardiaca (para donación de tejidos).
La baja notificación de personas fallecidas por la primera causa incide en que el período de espera se extienda para alguien que necesita un trasplante, indica el Indot. Otro factor es que, previo a la intervención, el posible donante debe ser declarado apto a través de valoraciones médicas. También influye que se debe verificar la compatibilidad con el receptor.
Adicionalmente, con la pandemia de la COVID-19 cayó el número de operaciones hechas. Por ejemplo, en 2019 hubo 707 trasplantes, mientras que en 2020 y 2021 hubo 207 y 415, respectivamente. Esto se debe a que se redujo la identificación de donantes, así como de intervenciones, ya que se desconocía el potencial de transmisión del virus mediante trasplantes. Por tanto se aplicaron medidas de precaución para evitar la posible transmisión a receptores y a personal sanitario, refiere la entidad pública.
Otro inconveniente fue que los establecimientos de salud acreditados para los diferentes programas de donación y trasplantes en Ecuador suspendieron temporalmente su acreditación, ya que al ser hospitales de referencia estaban enfocados en los pacientes con diagnóstico del ‘bicho’.
VOLUNTAD Y HABILITACIONES
Altes enfatiza la importancia de promover que cada persona conserve su estado de donante para continuar salvando vidas.
Recalca que esta buena voluntad es importante, además, para disminuir la complejidad de obtener trasplantes más difíciles, como el cardíaco o el pulmonar.
Esto se complementa con el impulso a la obtención de habilitaciones a centros médicos para que desarrollen este tipo de operaciones, analiza.
Segundo Ramón Aguaguina Acosta es otro de los ciudadanos que el año anterior pudo recibir un trasplante de hígado. Ese mismo año, en abril, se contagió de COVID-19 y estuvo internado en una casa de salud hasta fines de mayo. La enfermedad le afectó seriamente aquel órgano.
Su operación fue el 28 de septiembre. Un alivio a la situación en la que se encontraba. “Después de pasar el virus me puse amarillo, ahí detectaron que era el hígado y no había nada más que hacer que operar”, explica.
Por eso también hace un llamado a la sociedad, para que haya más disposición hacia esta iniciativa de mantener la donación, indispensable para dar una bocanada de esperanza a quienes lo necesitan.