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El amor entre Chimborazo y Tungurahua estuvo plagado de engaños.Cortesía

Un amor dibujado en los Andes

La leyenda cuenta que el Chimborazo y el Cotopaxi se enfrentaron por el amor de Tungurahua. Luego apareció El Altar, que se unió a la disputa.

Una historia de amor, traición y guerra se dibuja en la geografía de la Sierra ecuatoriana. Se trata de una leyenda que narra la batalla entre los volcanes Chimborazo y Cotopaxi por el amor de la dama más bella de los Andes: Tungurahua.

Cuentan que hace muchos años se desarrolló la estoica lucha. El Chimborazo, al “ser más alto y más fuerte”, salió victorioso y se quedó con la doncella, narra Patricio Guerra, cronista encargado de la ciudad.

Él asegura que esto forma parte de la narrativa oral de los pueblos, que de generación en generación han mantenido vivos los mitos y las leyendas. “Los pueblos ancestrales entendían su cosmovisión por los astros y la naturaleza. Les daban una imagen de dioses. Por ejemplo, los volcanes y montañas los protegían. Ellos también les temían por las erupciones”, explica.

Esa forma de humanización que se ha dado a las elevaciones ha permitido desplegar una gran cantidad de leyendas, indica Guerra. “Hay un taita Imbabura y una mama Cotacachi. También se dice que las lagunas son producto de las lágrimas que las montañas derraman por amor”, agrega el cronista de Quito.

Al darles características de una persona, “los cerros bravos y grandes son considerados hombres; mientras que las montañas pacíficas, mujeres”.

De amor y de guerra

En la narración de la bella Tungurahua, después de la conquista del altivo Chimborazo empezó un cuento de peleas y venganza entre los Apus (dioses incas espíritus de la montaña).

“La leyenda dice que ella lo traicionó con El Altar, que en ese entonces era el volcán más alto del mundo. Es así que con la ayuda del Carihuairazo, El Altar y la Tungurahua se amaban a las espaldas del Chimborazo”, detalla el maestro de historia Carlos Erazo.

Todo iba bien hasta que, un día, el Chimborazo se dio cuenta del engaño y perdió la cabeza. Pelearon durante años, hasta que en 1490 una devastadora erupción de ese volcán terminó con El Altar.

Del amor entre Chimborazo y Tungurahua nació su hijo, el Guagua Pichincha. El padre decidió mandarlo lejos de su madre, a Quito, y dolido prefirió la soledad y la venganza antes que la reconciliación. “En los textos de los niños dice que eso rompió el corazón de la Mama Tungurahua”, precisa Erazo.

El lugar sagrado de los Andes

En una nube de humo apareció la silueta de los amantes.Cortesía

Desde siempre, la cordillera de los Andes ha sido considerada un sitio tradicional y sagrado, donde se realizan baños y ceremonias de purificación. Muchas veces, los curanderos entran a las pacarinas, una especie de afluentes que nacen de las montañas para celebrar las ceremonias.

Según Guerra, hoy existe una mezcla entre el cristianismo y lo andino. “En sus rezos, los huacos (chamanes) dicen ‘taita Cotopaxi’, ‘mamita Virgen María’, ‘taita Chimborazo’, ‘san Juan Bautista’. Todo esto forma parte del patrimonio inmaterial”, sostiene.

Carlos Tagua, presidente de la Confederación del Movimiento Indígena de Chimborazo (Comich), coincide en la importancia que tiene la memoria hablada para que las generaciones actuales conozcan la historia de los pueblos ancestrales. Hace unos días, el organismo que dirige compartió la leyenda en su plataforma digital, acompañada de una fotografía en la que se distinguen las siluetas de Chimborazo y Tungurahua en una nube de humo.

“Eso pasó años atrás, pero es importante recordarlo. Estamos reviviendo los conocimientos aborígenes”, concluye.