Sentada en una banca de la plaza Vicente Rocafuerte, en pleno centro de la ciudad, está Ángela Aucapiña Olvera desde las 09:30 hasta las 17:00 de lunes a viernes, por si se ‘cruza’ el amor. No, ella no está en búsqueda de una pareja sino del padre de sus hijos, de quien no ha tenido noticias desde 1981.

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La mujer, quien ahora tiene 75, asegura que llega todos los días hasta el punto céntrico de la urbe desde hace aproximadamente seis meses, luego de que una conocida le dijera que el hombre al que ella ha buscado por 43 años, Jorge Montesdeoca Chacón, llegó a preguntar por ella un día. “Yo, primero, me enojé con ella porque ella sabe mi dirección, ¿qué le costaba decirle cuál era?”, relata.

Ángela dice que se enteró de la visita porque ella frecuenta el sector para distraer su mente y esta allegada, a quien llamó María, le avisó “como si fuera una buena noticia”.

“Me dijo que había venido preguntando por mí, que él sabía que yo vendía periódicos en el parque Centenario y en toda esta zona, pero que ahora reside en Quito. Él no dio más detalles, pero entiendo que él tuvo una nueva pareja”, explica Ángela.

La mujer, quien procreó siete hijos con el hombre al que busca, dice que no está esperando restablecer la relación con Jorge, pero anhela que sus hijos reconozcan a su padre. “El menor de mis hijos tenía apenas 2 años y el mayor 12, cuando decidió irse. Por esa razón, ellos no recuerdan casi nada de él”.

La búsqueda, según Ángela, empezó apenas notó la ausencia de Jorge, quien ahora tendría más de 85 años. Ella recuerda que él laboraba como marino mercante y parecía estar feliz con su familia, pero que cree que un problema con uno de sus hermanos ocasionó el abandono del hogar de Jorge.

“En todo ese tiempo yo tuve que hacerme cargo sola de mis hijos. En el camino trabajé como canillita. Cuando mi hijo mayor creció, él me acompañaba como betunero. Siempre le dije que era trabajo y que no debía avergonzarse”, comenta.

Ella asegura que su residencia fue provista por quien fue su pareja y que se lo agradece, ya que en sus años de vejez tiene “un techo sobre su cabeza”.

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El drama de la familia

Ella ha hablado con sus hijos y todos coinciden en querer ver y conversar con su padre. Además, desean aprovechar las festividades para reencontrarse con el adulto mayor. “Ellos dicen que no tienen ningún resentimiento, sino que solo desean estar junto a él y saber que está bien”, asegura.

Ella, sosteniendo una foto de Jorge, aún está en su silla. De allí se mueve hacia la sombra si sale el sol o si llueve. “Ya no estoy en condiciones de aguantar sol, lluvia o hambre, pero lo hago por mis hijos. Deseo que ellos, al fin, pasen en familia”, finaliza.

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