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Las necesidades de la familia Vásquez-Marcillo están a la vista, alrededor de lo que llaman casa.Luis Cheme

La desesperación de unos abuelos para atender a sus nietos huérfanos, en Esmeraldas

Una mujer agobiada por los problemas y depresión se suicidó. Ahora sus padres padecen por la responsabilidad de criar a los tres hijos que dejó

A medida que se avanza por el camino de tierra, hacia el recinto Las Minas, en la parroquia rural San Mateo, en Esmeraldas, el paisaje se transforma en un reflejo de la lucha diaria de sus habitantes, entre ellos, la familia Vásquez-Marcillo que ha sido golpeada por la tragedia de manera brutal.

Nieves y José son ahora el refugio de tres pequeños corazones huérfanos, retoños de su hija Bertha, quien se suicidó hace un mes, dejando un vacío imposible de llenar.

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A sus 28 años, la mujer había luchado contra demonios invisibles, problemas intrafamiliares y una depresión posparto que la llevaron a un callejón sin salida, dejando sumidos en la tristeza a sus padres, quienes ahora luchan por sus niños, de 12 y 6 años, y una infante de 4 meses de nacida.

El mayor, con llagas en las piernas por el rascado constante, juega en el barro, ajeno a la gravedad de su situación. La de 6 años, con su risa inocente, intenta olvidar el dolor que acecha en las esquinas de su hogar. Y la bebé, apenas comienza a conocer el mundo, atrapada en una hamaca desgastada, sin la calidez de una cuna.

En una construcción frágil, con piso de tierra sueñan con un futuro mejor.Luis Cheme

Poco pan en su mesa

El recuerdo de Bertha es un fantasma que ronda la casa. Cada vez que los niños ríen o juegan, se siente como un eco lejano de lo que pudo haber sido. La casa de la familia es una construcción frágil, donde conviven 12 miembros. La tierra fría se mezcla con el plástico que cubre las paredes, creando un ambiente insalubre.

La falta de alimentos es una constante. Los abuelos luchan por sembrar lo que pueden en la tierra montañosa, pero la cosecha nunca es suficiente. La pobreza se siente en cada rincón.

Nieves, con su cabello canoso y su rostro surcado por arrugas, se sienta en una silla de madera desgastada. Sus manos, temblorosas y callosas, acarician la cabeza de una de sus nietas, como si intentara transmitirle un poco de la fuerza que le queda.

Entre lágrimas, recuerda el día en que encontró a su hija. “La bebé lloraba a su lado”, dice, y su voz se quiebra. “No sé cómo seguir sin ella”. La angustia de Nieves es palpable, su corazón desgarrado por la pérdida y la responsabilidad de cuidar a sus nietos.

Tres niños, un varón y dos mujercitas, requieren de mayor atención.

Abuelo quiere darles algo digno a los niños

José, a su lado, observa con tristeza cómo sus sueños se desvanecen. “No quiero que se lleven a mis nietos”, repite una y otra vez, con voz quebrada por el dolor. Su mirada, llena de amor, también refleja la desesperación ante el destino que les ha tocado.

El abuelo José, con su voz temblorosa, clama por ayuda. “Ellos merecen un futuro”, dice, mientras mira a sus nietos jugar en el barro. “No quiero que crezcan en este lugar”. Su deseo es construir un hogar digno, un espacio donde los niños puedan reír y soñar sin el peso de la tristeza que los rodea, pero la realidad es dura, y el camino hacia la esperanza parece cada vez más lejano.

En el recinto Las Minas, parroquia San Mateo, una familia pide atención.LUIS CHEME

Vía para poder ayudar a los adultos mayores

La situación es crítica. La salud de los niños es precaria. La pequeña necesita atención médica urgente, pero el acceso a servicios de salud es limitado. La falta de recursos hace que cada día sea una lucha por la supervivencia.

La comunidad, aunque solidaria, no puede cubrir todas las necesidades. La ayuda que reciben es escasa y llega a cuentagotas. Quienes quieran ayudar a esta familia, pueden escribir al perfil de Facebook: @Teresa La Soldadora.

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