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Derrame de petróleo: El Roto, recinto marcado por la contaminación
Desde hace años, un sector sufre por las constantes averías del oleoducto
En un rincón de la parroquia Cube, en el cantón Quinindé, provincia de Esmeraldas, yace un pequeño recinto cuya historia carga las cicatrices de la contaminación. Antes conocido como Puerto Rico, hoy es El Roto, apelativo que, según sus habitantes, resuena con los estragos del desbordamiento de un estero hace seis décadas y las constantes averías del Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (SOTE).
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El Roto alberga a más de 600 personas distribuidas en 130 familias, quienes enfrentan la reciente contaminación, las manchas negras que arrastra el río Caple. Desde 1976 hasta la actualidad, las rupturas del SOTE han marcado repetidas veces este territorio, dejando a su paso aguas contaminadas y suelos infértiles.
En El Roto, el olor a hidrocarburo domina la atmósfera con una intensidad que parece adherirse a la piel y a la ropa. Es un olor que asfixia, que llena los pulmones de una pesadez insoportable y deja un rastro amargo en la garganta.
Y con la humedad del invierno, ese aroma se intensifica y dispersa en cada rincón y transforma la tranquilidad natural del ambiente en una presencia inquietante y tóxica.
En las calles hay silencio. Las risas de los niños, habituales durante las tardes de juego, como que han desaparecido. Las casas permanecen cerradas, sus habitantes se refugian del hedor, mientras los perros se pasean con un andar lento, como si también sintieran el peso de lo que flota en el aire.

Aguas de río teñidas de negro
En El Roto, el río Caple no era simplemente un recurso natural: era un protagonista en las vidas de sus habitantes. Los niños pasaban las tardes en sus aguas cristalinas, jugando y chapoteando bajo el sol. Por las mañanas, las mujeres acudían a lavar la ropa y los hombres pescaban camarones y regaban los sembríos. Ahora, las aguas que antes daban vida están teñidas de negro.
El Roto era también conocido por su abundante producción de productos de ciclo corto como el tomate, pimiento, sandía y habichuelas. Pero hace 20 años esa realidad cambió. Los constantes derrames de hidrocarburos contaminaron la tierra y el aire. Klever Mendoza, dueño de una finca cercana al río, relata con nostalgia cómo el suelo fértil de antaño garantizaba cultivos abundantes. "Nuestros productos llegaban a supermercados de todo el país", comparte. Hoy, esas tierras cargan una realidad muy distinta.
La contaminación no solo se ha apoderado de la tierra; también ha afectado el aire que respiran. Desde 1972, el cantón Quinindé ha sido atravesado por más de 80 kilómetros del SOTE, una infraestructura que transporta 360 mil barriles de petróleo diarios, pero para los habitantes de El Roto, este sistema simboliza no solo progreso, sino también tragedia.
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