En el pequeño pueblo de Quilloturo, la vida se transformó en un abrir y cerrar de ojos cuando un deslave arrasó con todo. Las lluvias torrenciales de la temporada no dieron tregua y lo que comenzó como una tormenta terminó en tragedia. Ahora, los habitantes se enfrentan a una nueva realidad: pasar en albergues.

A sus 74 años, Clemencia Chicaiza está triste, más por sus familiares y amigos que tuvo que despedir. En el aluvión del domingo 16 de junio de 2024 murieron once de los habitantes del barrio; otros se salvaron porque estaban de viaje o fuera de sus casas.

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Clemencia, su esposo de 84 años y sus dos hijas se salvaron de suerte, pero una sobrina murió. Ahora están en un albergue en la parroquia Río Verde, a cinco minutos de donde está su pueblo, cubierto casi el 50 % en lodo.

Aída Moreta, otra de las damnificadas, desde la noche del domingo 16 se fue al albergue en Río Verde, describe que al regresar a su pueblo al día siguiente no podía concebir el paisaje desolador que presenció.

Lo que se observa en Quilloturo son casas en escombros, caminos intransitables y un silencio pesado que nunca se había sentido en el barrio. Las familias, aturdidas y aún en shock, buscan entre los restos, con la esperanza de recuperar algo.

Aída recuerda que los cerca de 150 habitantes se conocían y que apenas existían 30 casas. La madre de familia dice que están conscientes de que deben evacuar, pero pide que también los lleven a un sitio donde puedan vivir y trabajar. “No queremos que siempre nos den todo, en Quilloturo nos gusta trabajar”, precisa.

Los albergues improvisados y casas de amigos fueron los refugios para los aproximados 600 habitantes de El Placer y Quilloturo, lugares que ahora son zonas de riesgo. La montaña de Quilloturo, que ‘explotó’ el domingo, cubre a los dos sectores.

Los damnificados están distribuidos entre las iglesias y escuelas. Las autoridades locales y organizaciones humanitarias se movilizan para proporcionar ayuda, en cuestión de alimentación y vestimenta.

Jesús Recalde, presidente de Quilloturo, tiene presente todo lo que pasó ese domingo: “Todo fue terrible, parecía como si fuera la erupción del volcán. Estamos muy agradecidos. Es verdad, perdimos grandes amigos y ahora quienes quedamos debemos luchar por salir adelante”, dijo algo nostálgico.

Recalcó que saben la gravedad que implica volver a vivir en la zona y por eso se han resignado a la reubicación. "Sé que nos vamos a levantar. Todo a su tiempo”, aseguró el dirigente quien está atento que sus vecinos damnificados, coman y reciban los cuidados médicos necesarios.

Marlon Guevara, alcalde de Baños, ya no da fecha para una apertura total de la carretera que une Baños (Tungurahua) con Puyo (Pastaza). Pide a la comunidad paciencia porque los trabajos son fuertes.

Richard Navas, director distrital del MTOP, mencionó que en esta carretera E30 que une Tungurahua y Pastaza prácticamente hubo un deslizamiento por cada kilómetro entre Agoyán a Río Verde, en los 60 kilómetros que hay entre Puyo y Baños. Se estima que dos puentes están afectados, uno por el sector La Merced y otro en San Francisco.

Según Navas, analizan que una vez que se habilite la vía deban seguir dando el paso a vehículos de carga pesada, pero con control adecuado, ya que las vibraciones de los transportes podrían ocasionar más inconvenientes. (YIE)

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