El bus número 15 de la cooperativa La Ponceñita se enciende a las 06:00. Al mismo tiempo se prende el ‘motor’ de su conductor, Juan de Dios Maldonado, de 50 años, quien en cuanto escucha la música de su radio empieza su ‘dancing’. Es como si tuviera hormigas en el cuerpo.

El oriundo del cantón Camilo Ponce Enríquez, de la provincia de Azuay, puede bailar subiendo al autobús, en el pasillo y hasta en su silla se menea. Y si la canción es de sus favoritas, la entona a todo pulmón. No le importa si canta bonito o no, solo quiere disfrutar del momento.

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Él ‘le hace a todo’, musicalmente hablando. Puede danzar con merengue, cumbia, salsa choke, reguetón, incluso hiphop. ‘No le saca el cuerpo’ a ningún género; al contrario, lo mueve.

En su cuenta de TikTok se lo ve ‘sacándole brillo’ no a la baldosa, sino al piso del pasillo del colectivo, su escenario.

Quien lo ve en sus videos diría que solo hace un paso, pero él le pone su ‘piquete’, su sello: un brinquito que se ‘pega’ sobre todo en las cumbias interpretadas por artistas nacionales.

En su bus recorre sectores como Florida, San Carlos, San Jacinto, entre otros, pero él realmente va por la ruta de la sabrosura. Sus shows quedan grabados en su ‘celu’ y de una van para su cuenta de TikTok, la cual estrenó en agosto de este año.

No se filma todos los días, por lo general lo hace cuando limpia su unidad o alguien se lo pide. La última fila de los asientos es su trípode. En la silla del centro pone su franelita y allí cuadra todo.

Así como dice la canción del grupo merenguero Oro Sólido, Juan empieza moviendo las caderas, a la derecha, a la izquierda... es el dueño del swing, por lo menos durante los 42 segundos que dura uno de sus videos.

Y aunque no entiende el inglés, también ha bailado ‘Can´t help myself’ de 2 Brothers on the 4th floor, banda neerlandesa que tuvo su auge en los noventa. Harto ‘dancing’.

Asimismo, se ha ido hasta abajo con uno que otro reguetón, pero también va mandando su mensaje subliminal con la canción de Don Medardo y sus Players: “Soy solterito, sin compromiso, estoy solito, sin compromiso”. ¡Ah!, pero él no es como el Mago de la Rocola, Aladino, quien da su número de celular para contrataciones, Juan de Dios se 'hace el duro', el digno...

En ocasiones Juan danza acompañado. En una filmación sale meneándose al ritmo de salsa choke con la secretaria de la cooperativa.

“Bastantes personas quieren bailar conmigo, pero la gente quiere verme bailando solo”, asevera el conductor. Es que él es la estrella de sus materiales audiovisuales.

Cuenta que por su trabajo es conocido en su cantón, pero por sus ‘bailongos’ se ha hecho aún más popular. “A veces me dice la gente: ‘Grabe, don Jota’. Yo les respondo: ‘Recién filmé uno, tiene que estar pilas’”, cuenta entre risas.

Para tomarse una foto con él, hasta le hacen parar el carro. En una reunión en el Municipio le pidieron que se ‘pegara un paso’. “Uno no se puede portar egoísta”, comenta al respecto. Es que hay que darle al pueblo lo que este quiere.

¿De dónde surge toda esa sabrosura? Pues de su madre, María Catalina Bravo (fallecida). Con ella se ‘escapaba’ a bailar cuando él tenía 17 años. “Nos gustaba hacer eso, íbamos con sus amigas. Ella tenía cáncer”, dice con tristeza acerca del episodio que marcó su vida, pues el deceso de su progenitora lo hizo abandonar su cantón y radicarse entre Cuenca y Quito.

A los 19 conoció a un salsero esmeraldeño, de quien aprendió a ‘fregar’, ‘vacilar’ y bailar. Con su exesposa (se separaron hace tres años) se iba a ‘mover el esqueleto’ en varias fiestas patronales. Siempre ganaban premios en los concursos en los que participaban. ‘Por lo bajito’ se llevaban una botella de licor, por ser los más animados.

Pese a que danza de todo, ‘le hace’ más a las cumbias. “Es por los recuerdos. Yo bailaba cogidito con mi mujer, ahora no hay a quien coger (ríe). Toca hacerlo solito, pero ahora la gente me está pidiendo que baile en el tubo (que aproveche los que tiene el bus)”, manifiesta soltando una carcajada.

Pese a ser un hombre rellenito de alegría, Juan revela que ha pasado momentos muy duros aparte de la muerte de su madre. Uno de ellos fue su divorcio.

“Sufrí con la separación. Después se accidentó mi hijo en una moto, me tocó vender la casa para pagar la clínica en la que él estuvo. Con parte del dinero compré un carro, pero al año de adquirirlo, me golpearon y se lo robaron”.

Por eso, él en los bailes olvida los capítulos tristes de su vida. Y le fascina que la gente se le acerque por los videos.

“Como no tengo cerca a mis hijos, pues no estoy bien con mi familia, se ‘abrieron’ de mí, están los que me conocen y saludan en las calles y por redes. Siempre le pido al Creador que me dé fuerza y salud”, declara con fe el danzarín. Por algo sus padres lo bautizaron como Juan de Dios.

La ruptura con su pareja lo ‘bajoneó’. “Yo soy chofer y se suben unas pasajeras que me quitan hasta el sueño, me mantienen despierto y así me evitan accidentes de tránsito”, confiesa con picardía el conductor. Al parecer, ellas son más efectivas que el café para tener los ojos bien abiertos.

“Adoraba a mi mujer, pero cuando uno tiene a la persona y anda hecho el pícaro, la pierde. Allí recién la valora, pero ya es tarde”. ¿Le salió el nombre, Don Juan?, le preguntamos. Su respuesta fue una sonrisa.

Los sábados participa en un campeonato de índor para jugadores de 40 a 50 años, pero él desde hace dos décadas no ‘pelotea’. Su equipo se llama los Tiktokers.

Reconoce que no es Lionel Messi ni Kylian Mbappé, pero la ‘pípol’ le hace barra. “Mi posición es la defensa, con mi cuerpo no pasa nadie (ríe)”. Todavía no hecho ningún gol, pero de hacerlo ¿cómo lo celebrará? ¡Bailando, obvio! 

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