Llegan felices, risueños, se abrazan con sus seres queridos, reciben la bendición de una madre que llora de la emoción al ver al hijo o hija después de años de ausencia, conocen a nietos, sobrinos, yernos o cuñados a quienes solo han visto por videollamada. ¡Qué alegría da volver al Ecuador! 

Pero como en la casa del pobre la alegría dura poco, muchos de los migrantes que deciden regresar al país para pasar vacaciones, visitar a los suyos y recorrer su vieja barriada, han encontrado al país peor de lo que estaba. Mucho más peligroso que cuando decidieron dejar su tierra en busca de mejores días.

A una mujer que llegaba a su casa en pleno barrio La Chala, en Guayaquil, a los cinco minutos se le metieron los pillos y se le llevaron las cuatro maletas que había traído. ¡Ni siquiera alcanzó a abrirlas para darle el regalo a su madrecita!

Otra llegó de Italia solo para ver que ocho días después mataran a su hermano a balazos, en la puerta de su casa. Él le había contado del nivel de inseguridad que se vive en el país y hoy ya sabe que es real. “A Ecuador no vuelvo, me voy con el corazón partido”, sentenció.

¿Denunciar? ¿Para qué? Si saben dónde viven. Si no confían en la justicia. Si regresaron a Ecuador por amor a su tierra y se van con más miedo que antes. Así, ¿para qué volver?