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Opinión
Editorial: Triste final
Gracias al aporte de todos los profesores que han participado a lo largo de nuestra vida estudiantil en la sociedad se han formado generaciones que al empezar su vida adulta y productiva aplican a rajatabla todos los conocimientos, valores y principios adquiridos desde su niñez por parte de nuestros “segundos padres”, a quienes se los llega a querer y respetar como a un familiar. Y es que en promedio pasamos más tiempo con los docentes durante nuestra etapa de formación académica que con los padres biológicos.
Esta es una profesión que no solo requiere tener el conocimiento técnico o científico sobre alguna materia, sino también de sentir la pasión por enseñar y dejar un legado de conocimiento “para los que le siguen” y así evitar cometer errores que marcan y sentencian muchas veces los destinos de nuestros pueblos. Hoy se les deben aproximadamente 590 millones de dólares a cientos de maestros que han cumplido más de 40 años de servicio y que ahora piden lo que les corresponde por ley. Estas compensaciones jubilares son la única salvación para miles de ellos que, ya sin trabajo, dependen de este incentivo jubilar para seguir con una vida digna. Muchos no solo necesitan estos valores para cubrir gastos básicos, sino también enfermedades producto del desgaste que tuvieron dentro de esta larga profesión. Por eso se han apostado en el parque San Francisco y debajo de la Subsecretaria de Educación de la zona 8 en busca de una solución.
Ojalá sean atendidos lo más pronto posible y tengan esa tranquilidad que merecen luego de haberlo dado todo.