La consigna que retumbó en el Comité del Pueblo de Quito debería ‘taladrar’ en la conciencia de las autoridades: “El pueblo unido jamás será vencido”. Aquella frase no se la usó en una manifestación obrera, sino que fue el himno que entonaron los habitantes para enfrentarse a delincuentes armados.

La gente de esa zona ya no aguantó más que cada día les despojen de sus cosas y de temer cuando salen; de que les apunten con armas y que ni siquiera les dejen caminar en paz para regresar a sus hogares.

Los residentes del Comité del Pueblo se hartaron del crimen organizado, que hace de las suyas a vista y paciencia de las autoridades del Estado, que no mueven un dedo para protegerlos.

El enfrentamiento con delincuentes no fue más que la respuesta a esa inacción. A esos políticos que, cuando no están en cargos públicos, dan la receta mágica de cómo debe cambiar el país en temas de seguridad; pero cuando llegan a ocuparlos, renuncian al poco tiempo sin haber aplicado aquel método que tanto divulgaban.

Los moradores de este populoso sector capitalino dieron una demostración de organización, y de hartazgo por todo lo que vive el Ecuador. Pero lamentablemente, a la gente del poder le importa poco lo que el pueblo sufra.