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Opinión

Editorial | Fraude: de fantasma a monstruo

Las autoridades encargadas de garantizar la transparencia de los comicios tienen la responsabilidad de aclarar estas dudas con acciones concretas

El fantasma del fraude ha empezado a pasearse con más fuerza en los escenarios donde los candidatos presidenciales comparten con sus simpatizantes o intentan captar votos, dejando a su paso una estela de preocupación por lo que pueda pasar la noche del 13 de abril cuando se conozcan los resultados oficiales de la segunda vuelta.

Abrir el paraguas no es exclusividad de los que se disputan el sillón de Carondelet. Hasta el aspirante a la Presidencia que solo cuenta con el apoyo de sus familiares y que apenas hace bulto en la papeleta lo ha hecho, como si con eso pudiera quedar bien y pasar ‘de agache’, a pesar de no representar ni al 1% de los ecuatorianos. Pero que esto se denuncie en estas instancias es lamentable porque significa que la confianza en el proceso electoral está por los suelos. Es una alerta a la mañosería, a las trampas, a lo sucio y que va más allá de la foto de una papeleta.

Las autoridades encargadas de garantizar la transparencia de los comicios tienen la responsabilidad de aclarar estas dudas con acciones concretas, no solo con discursos tranquilizadores. De lo contrario, el fantasma del fraude podría convertirse en un monstruo que erosione aún más la credibilidad en esta democracia ‘achacosa’ y deje un país dividido y lleno de sospechas la mañana del 14 de abril.

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