Estamos en la lona. Tras la crisis energética que nos tiene en tinieblas y a muchos ecuatorianos con los bolsillos vacíos, los cambios repentinos en los horarios de cortes de luz generan una profunda incertidumbre que impacta negativamente en las familias y negocios. Vivir y producir en esas condiciones es complicadísimo.

La falta de comunicación clara por parte del Gobierno y de la empresa de suministro eléctrico impide a los ciudadanos planificar sus actividades diarias, desde la preparación de alimentos hasta el funcionamiento de maquinarias en empresas, aumentando así la frustración y el estrés en la población.

Los apagones no solo complican la vida cotidiana, sino que también afectan la confianza en las instituciones responsables. Las familias y los negocios dependen de información precisa para poder organizarse, y la falta de previsibilidad se convierte cada día en un desafío adicional. Este contexto no solo repercute en el bienestar emocional de los ciudadanos, sino que también tiene un impacto directo en la economía, ya que las pequeñas y medianas empresas enfrentan dificultades para operar eficazmente.

Las autoridades deben implementar un plan de comunicación efectivo que permita a las familias y negocios adaptarse a los cambios. La situación actual exige no solo soluciones técnicas, sino también un enfoque humano.

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