La pandemia del COVID-19 que el mundo viene soportando desde marzo pasado, ha provocado no solo un alto número de contagiados graves y transitorios así como de fallecidos por efectos de esta pandemia que, en ciertos casos, ha hecho desaparecer a familias enteras, sino que también por la paralización de actividades ante la emergencia sanitaria, ha dejado una alta tasa de desempleo (es decir, en la miseria a un gran número de hogares) con más de un millón de desocupados no solamente en nuestro país y ha causado una dura crisis fiscal que ha convertido al Estado en el más grande de los morosos.

Así las cosas, mientras los maestros realizan plantones exigiendo el pago atrasado de sus sueldos, los municipios están cobrando más de 1.000 millones de dólares que les adeuda el Gobierno y que los tiene virtualmente paralizados; los proveedores del Estado exigen el pago de los muchos millones que les adeuda el fisco desde hace más de 10 meses, solicitando que el mismo no se haga en bonos.

Ojalá que bajo el signo de la luz amarilla del semáforo emergente que se ha puesto en práctica, en el sector privado, que es el que más produce y que sigue sufriendo miles de millones en pérdidas, la situación económica se reponga y pueda, de esta manera, lograrse el regreso a sus cargos de los tantos trabajadores y empleados que fueron despedidos por causa de la falta de ingresos.