Detesta las frases clichés y a quienes dan consejos sin pedirlos, no sabe si es parte de su edad o por la experiencia acumulada en la vida. Francisco Pinoargotti, quien este 19 de septiembre cumplirá 50 años, habla de sus mañanas, deseos, aprendizajes y todo lo que ha obtenido en estas 5 décadas a las que describe como “maravillosas”.

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¿Cómo celebrará este quinto piso de la vida?

Es una difamación, en realidad cumpliré 30 (risas). No, en realidad ya acepté que son 50. Lo celebraré con una especie de stand-up comedy bajo el nombre La fiesta,  que se realizará todos los miércoles  del mes, a las 20:00 en el Teatro Sánchez Aguilar, en donde hablaré de la crisis de llegar a los 50 y también incluiré una peña musical humorística.

Comenzó en la música a los 12 años y en la televisión en 1996.

Fui acompañando a David Reinoso, que iba a grabar unas cosas, y me pidieron que hiciera algo.

¿Por qué decidió inclinarse por la actuación y no dedicarse completamente a la música?

La necesidad (risas). No, en realidad tocaba en bares y locales con bandas a los 12 años, me pagaban a escondidas porque era menor de edad. Grabé dos discos con una banda, uno como solista, y todo eso antes de los 19 años. Luego, la industria cambió y apareció la televisión en mi vida. Me llamó la atención el teatro, que siempre he creído es la combinación perfecta con la música.

¿No es un hombre de mucha paciencia, cierto?

En una época de mi vida fui profesor de colegio, daba clases de música. Después de dos años me retiré porque, para ser docente, hay que tener mucha paciencia, y yo solo explico las cosas una vez.

¿Entonces no es un papel que desempeña en la televisión?

Siempre he sido así. Hay gente que dice que tiene un personaje para la televisión, pero obviamente en casa no ando diciendo: ‘¡A ti te digo!’. No creo en esas peleas inventadas para generar contenido. Si me enojo, bien, y si no, también. El público ha sido muy amable conmigo; cuando estoy de mal humor, se ríen de mi forma de ser, como esa novia tóxica que, aunque esté enojada, igual la quieres.

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¿Qué aprendió en 50 años?

Aprendí cuándo responder y cuándo callar. Eso de ‘el que calla otorga’ es mentira. A veces callas para no empeorar algo o para no sentenciar a alguien, porque podría ser peor. Aprendí a no dar consejos que nadie los pide. La experiencia te la da la vida. Eso no significa que no puedas tener momentos de exabruptos, pero te vuelves más selectivo, eliges mejor las batallas que quieres enfrentar.

Muchos han dicho que es soberbio, arrogante, peleón. ¿Qué respondería a eso?

Si hay que ser imbécil, hay que ser el mejor imbécil, pero no discutas con gente que no lo merece. Me molesta cuando algo que no es cierto se pone de moda.

¿No recibe comentarios negativos de cualquiera?

Soy partícipe de lo que te dije en una entrevista pasada: uno es esclavo de lo que dice y dueño de lo que calla. Si alguien quiere exponer su vida, su relación o alguna situación, lo hace. Yo no estoy obligado a responder lo que otros quieren que responda. Si hablo sobre algo es porque quiero que lo sepan.

¿Cuál es su mayor acierto?

Tengo tantos desaciertos que me han llevado hasta donde estoy, no sé si para bien o para mal, pero mi mayor acierto es estar vivo.

¿Tiene alguna manía, forma de hacer las cosas o tics?

Tengo tics, TOC (trastorno obsesivo-compulsivo), de todo. Mi esposa dice que tengo TOC. De joven era desordenado, pero dentro de mi desorden, tenía orden. Con el tiempo me di cuenta de que es importante tener una conducta en la vida. Peleo conmigo mismo todos los días para no recaer en ciertas cosas. Trato de ser optimista sin ser ingenuo. Este 2024 ha sido duro para mí, pero el éxito está en continuar y enfocarse en las metas.

Este año perdió a uno de sus mejores amigos, el actor argentino Carlos Alberto Vicente...

No le tengo miedo a la muerte. Todos le temen, pero yo tengo un tatuaje en el brazo derecho que dice: ‘Miedo ni a Dios’, porque Él es misericordioso. Todos vamos a morir, unos antes que otros, pero llegaremos. Mi madre biológica me enseñó eso; ella pidió una fiesta en su velorio. De hecho, tengo un stand-up sobre la muerte, y la gente no sabe si reírse. Mi madre de crianza tiene 91 años y pienso que me enterrará a mí. Ella está saludable y yo, achacado.

¿Usted que pidió?

Le pedí a mi esposa que no me cremen, que me congelen con nitrógeno para quedar tieso. El calor del horno lo tendré después. No sé si tengo una suite arriba o un palco de lujo abajo. Lo que quiero es que, cuando me recuerden, sonrían. Le dije a mi esposa que cobre las entradas a mi velorio. ¡Es mi último show! También quiero que mis amigos me hagan un roast.

¿Qué cambiaría si pudiera?

Muchos dicen que no cambiarían nada, pero no diría esa frase cliché. Yo contestaría más el teléfono. No le contestaba a mi mamá porque estaba muy ocupado, y eso es algo que me habría gustado cambiar.

¿Es así fuera de cámaras?

He tenido varias etapas. Siempre decía que era un lobo solitario, pero hace algunos años decidí formar una manada con mis hijos y mi esposa. Aunque, en el fondo, uno sigue siendo el mismo. Uno mejora o empeora con los años, controlando sus demonios, porque ese bicho siempre está ahí. Nací solo, y así mismo me iré.

¿Es mandarina?

Soy un esposo complaciente, que no es lo mismo. No tengo problema con que me llamen mandarina; eso no me afecta.

¿Es farrero?

Farreé todo lo que pude. Esa etapa ya quedó cerrada.

¿El público lo sigue recordando como un showman?

No se trata de estar vigente en la mente de la gente, va más allá. Algunos me conocen de Buenos Muchachos, otros de Farsantes en pañales, luego de PHD y Calles Amores, y ahora de Soy el mejor. Me dicen que estoy andropáusico, pero sigo vigente, y no por un escándalo. Algunos han intentado valerse de eso para hacer carrera.

¿Tiene una meta pendiente?

Mi meta es llegar hasta donde la vida me lleve. Y, entre más metas, mejor.

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