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Superliga femenina, muy lejos de ser profesional
Las preocupaciones de las jugadoras llegan cuando sus equipos se quedan sin participación, porque en ese momento culminan sus contratos y sueldos.
Tras tres ediciones de la Superliga femenina, las condiciones que enfrentan las jugadoras están muy lejos de ser las de deportistas profesionales. Pocas son las que cuentan con un contrato, ingresos fijos y afiliación al IESS. Estos beneficios solo los reciben mientras se encuentren en competencia (el último torneo duró cinco meses), por lo que casi de la mitad del año deben buscar otras formas para generar ingresos.
La delantera Shirley Roque jugó el pasado 1 de agosto su último partido con Emelec, cuando enfrentaron a Barcelona. Al no lograr la clasificación a la fase de playoffs, se quedó sin ‘camello’ y equipo, una constante que ha vivido a lo largo de su paso en el fútbol nacional.
“En mi carrera, solo en una vez tuve un contrato por dos temporadas. En 2019, firmé con Emelec por ese tiempo, pero dejé el club ese mismo año porque no pagaban. La constante de las jugadoras no es tener un contrato largo, es ir buscando un club cada torneo”, contó la jugadora de 30 años.
Cuando se queda sin contrato, la ariete se mantiene con sus ahorros para poder dedicarse a entrenar y seguir en forma. Actualmente integra el equipo Real Fortaleza, de segunda categoría, y es entrenadora en las escuelas formativas de los eléctricos, lo que no le deja tiempo para realizar otra actividad que le genere dinero.
“Para que el torneo sea profesional falta mucho. Estamos encaminados a eso, pero aún no lo es. Este último año mi sueldo no llegaba al básico. Me he dado cuenta de que los clubes de la Costa arman sus equipos femeninos obligados, porque después no puede participar el masculino”, recalcó Shirley.
La arquera Nadia Molina atravesó la misma situación después de que Barcelona quedó eliminado en los cuartos de final ante Liga de Quito, el pasado 14 de agosto. Ella manifiesta que el formato de la Superliga se debería modificar para que dure más tiempo y captar el interés de la empresa privada.
“No te voy a negar que a muchas jugadoras les molesta la situación, pero el cambio ha sido progresivo. Esto es más un tema legal porque la Federación o la asociación de futbolistas lo permiten, pero ahí también influye el apoyo de la empresa privada”, reflexionó la golera.
Incluso, algunas jugadoras que destacaron en la Superliga, y han sido llamadas a los últimos microciclos de la Tricolor, han analizado la posibilidad de incursionar en otras facetas como vendedoras informales o empleadas domésticas para poder tener ingresos.
GANAR EXPERIENCIA
El reglamento de la Superliga, en su artículo 22, determina que los 16 equipos participantes deberán inscribir como mínimo a 20 jugadoras y hasta un máximo de 45. Pueden contar hasta con 15 futbolistas aficionadas y un número ilimitado de juveniles. En estos dos últimos casos, los clubes no tienen la obligación de cancelarles un sueldo fijo.
Una de estas deportistas, que prefirió mantener su nombre en reserva, indicó que acepta estas condiciones a cambio de ganar experiencia, poder mostrarse y dar el salto a un equipo que le asegure un sueldo fijo, aunque sea solo por unos cinco o seis meses.
“Es difícil llegar a los equipos fuertes, por lo que tomamos como vitrina a los clubes que nos dan la oportunidad de jugar, pese a que nos den solo un bono o en algunos casos hasta sin pago”, contó.
TODAVÍA FALTA
Pese a que el presupuesto de la última Superliga llegó a los 250 mil dólares, duplicando el de 2020, este dinero no va en su totalidad a los clubes. Se divide entre temas logísticos, transporte y arbitraje, balones y derechos de televisión.
Además, no se contempla un premio económico para el campeón. El incentivo es conseguir el único cupo que tiene el país para la Copa Libertadores.
Las Leonas del Deportivo Cuenca, flamantes reinas de la competencia, acordaron con su club recibir el valor de la taquilla de la final como reconocimiento a su conquista.
MAYORES CONTROLES
William Poveda, director de competiciones de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, entidad que organiza el torneo, previo al inicio de la tercera edición recalcó que la Superliga sigue siendo híbrida al tener jugadoras aficionadas, profesionales y juveniles en las nóminas.
María José Benítez, quien formó parte de la comisión de fútbol femenino de la FEF, concuerda en que la Superliga es una mezcla de amateur y profesional, que se refleja en que “las jugadoras no pueden vivir solo del fútbol, y muchas de ellas son madres o sustento de sus familias”.
Destacó que en los últimos tres años se han visto mejoras, pero que sigue siendo preocupante que las deportistas se queden la mitad del año sin ingresos.
Benítez cree que es necesario reformas en el reglamento para regularizar y garantizar los derechos de las deportistas. En su paso de cerca de tres años por El Nacional consiguió que las futbolistas firmen sus vínculos por todo el año.
Pero ahí aparece otro problema, el incumplimiento en los pagos, como en el caso de las ‘puras criollas’, que pese a tener un vínculo largo, los atrasos son constantes. Para esto propone que también se cumpla con un control financiero en los planteles y un apoyo legal a las futbolistas que por miedo prefieren no demandar a los clubes. (GZO-RVF)