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Ligas barriales: La foto impresa, un recuerdo para los futbolistas
La fotografía impresa sobrevive en el deporte barrial gracias a la familia Defas, que ha logrado reinventarse para mantener vigente esta actividad
Seguir ofreciendo fotografías impresas parece una auténtica locura en plena era digital, con la mayoría usando el celular para captar imágenes. Al fotógrafo Antonio Defas ya se lo han dicho varias veces, pero él navega contracorriente y dobla esfuerzos para permanecer vigente en un negocio al que le ha dedicado más de tres décadas.
“Antes era diferente, a uno le buscaban en los eventos para que tomara fotos, se les entregaba un ticket y con eso recogían la foto en el estudio otro día”, cuenta a EXTRA tras una intensa jornada en San Carlos.
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Durante la inauguración del campeonato de fútbol barrial no detiene su labor ni un minuto, pues la dinámica cambió y ahora hay que convencer a los clientes. “La foto tiene que ser perfecta, si alguno sale con los ojos medio cerrados, por ejemplo, ya no compran. Si falta luz, tampoco. Hay que mostrarles la fotografía lista y que no haya un solo detalle mal”, relata Antonio.
Es que a los compradores se los engancha con las fotos en mano, para lo cual deben llevar consigo las impresoras portátiles para sacar las postales, asumiendo el riesgo de que no se vendan. Trabaja junto su esposa María, quien es la encargada de ir a la tribuna a mostrar las fotos y convencer a los deportistas y sus familiares para que las compren.
Durante el evento se la ve correr una y otra vez hasta el vehículo donde su hijo, Christian, que entre semana trabaja en el área de mecánica automotriz, montó un mini estudio en la cajuela para ayudar el fin de semana a sus padres. Porque este es un trabajo que se hace entre varios.
Una de las clientes que encuentra María en San Carlos es Alicia Pérez. La mujer defiende que “no hay nada como la foto impresa” y cuenta que en cada inauguración del torneo procura llevarse una postal.
Este año quedó muy satisfecha al comprar por cinco dólares dos fotos de Fluminense, donde posaron sus hijos, Alejandro y Francisco, además de su mascota llamada Fifa.
A la dificultad de convencer a la gente, se suma la competencia, pues en un solo evento puede haber hasta tres o cuatro grupos trabajando. Por eso, Antonio implementó la foto en un tamaño distinto a los demás, un A4. Lo hizo después de la pandemia, cuando prácticamente tuvo que volver a empezar porque tuvo que cerrar su estudio en el centro de Quito y entonces decidió llevar la impresora grande a todas partes.
Lo curioso es que la mayoría de quienes se dedican a este trabajo en la capital pertenecen a la misma familia, la de Antonio y sus tres hermanos de madre, dueños de Fotoestudio Los Alpes, el mismo que apenas el 2023 pudieron reabrir tras la pandemia.
En la misma jornada, de hecho, coincide con su sobrino Giovanni Andrade, quien trabaja junto a su esposa y dos hijos. El oficio lo aprendieron todos del hermano mayor de Antonio, quien había trabajado en el Registro Civil y allí aprendió a fotografiar.
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