Principios de los años 2000, la verdad que yo tenía lo mío, estaba ‘bien puesta’. Muchos hasta me dijeron que era la “más deseada” de las esposas de los jugadores, tenía mis años, pero mis curvas estaban en su puesto.

Ojo, nada de cirugías. Mi novio, que luego fue mi marido, era el consentido de su entrenador y la verdad aquel jueves que fui al Monumental pudo cambiar nuestras vidas. Pero ahora veo que hice lo mejor.

Para entonces, al entrenamiento en los minutos finales podíamos entrar a las gradas y aquel día, cuando terminó, fui hasta la cancha. Creo que no estaba provocativa ¿o sí? Claro que siempre me decían que mi mirada y forma de hablar era de una coqueta, pero no era así.

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Lo real es que cuando el entrenador de mi esposo, un tipo del sur del Continente, me vio, según él se quedó maravillado. No se cómo hizo y con un ayudante me mandó a decir que yo le gustaba.

Y cuando mi flaco me lo presentó, me quedé conversando con él, mientras mi esposo fue a ver sus cosas al camerino, y me dijo: “eres la ecuatoriana más hermosa que he visto, quiero que seas parte de mi vida; si me dices sí, en diciembre nos vamos de aquí”. Nunca un hombre me ha hablado tan de frente.

Guardé el secreto por seis meses, no le dije nada a mi esposo, para que no pierda la titularidad. Al final del año, el viejito DT me mandó a decir que me vaya con él, y le dije que no. Y me quedé con mi novio, mi actual marido.

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