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Miguel Rodríguez (d) junto a su esposa María Fernanda Cevallos (i) y sus hijos Mía Samantha y Miguel Saúl, en el estadio George Capwell.Cortesía

¡Hinchas, el grito atorado entre cuatro paredes!

La afición exterioriza el haber vivido una temporada atípica prácticamente sin fútbol. Sufrieron al no poder ir al estadio por la pandemia

El año 2020 fue atípico y un martirio para los amantes del fútbol ecuatoriano, ya que, desde el pasado 14 de marzo, por la pandemia de coronavirus, se paralizó el campeonato nacional durante tres meses (hasta el 14 de junio) y se prohibió la asistencia de los fanáticos a los estadios hasta que terminara esta temporada.

Miguel Rodríguez, hincha de Emelec toda su vida, en compañía de su esposa, María Fernanda Cevallos, y sus dos pequeños retoños, Mía Samantha y Miguel Saúl, acostumbraban ir a localidad de tribuna del estadio George Capwell para alentar al equipo de sus amores cada vez que jugaba, sin excepción alguna, un ritual que han realizado hace seis años y lo consideran familiar.

“En mi casa desde el más pequeño es azul de corazón, es una gran lástima no haber podido ir a ver al equipo en la cancha con mi familia como era de costumbre, tal vez eso fue lo que faltó este año, esa voz del hincha impulsando al equipo”, recalcó con nostalgia el oriundo de la provincia de Santa Elena, Salinas.

Miguel y su amorcito esperan que la emergencia sanitaria mundial mejore y en la nueva campaña (2021) ya puedan volver al escenario del Bombillo, al que su primogénita, Mía Samantha, tiene como su lugar favorito.

“Queremos regresar al estadio para cantar los goles de nuestro equipo. Nos hace falta poder ir al estadio porque lo hacemos en familia. La que más pide regresar al estadio es Mía, porque a ella le encanta ir”, manifestó Rodríguez.

Para asimilar la sensación de la euforia, emoción, nerviosismo y todo lo que provoca en un hincha cuando juega su equipo, la familia Rodríguez Cevallos se vio obligada a contratar una cableoperadora para poder ver los partidos. Se ponían las camisetas del Bombillo y durante los 90 minutos del juego no se levantaban del sofá de la sala de su casa, que está ubicada en la Alborada, norte porteño.

“Nos tocó contratar para seguir alentando a nuestro equipo. Y en medio del encierro que vivimos (por la pandemia de COVID) era un momento en el que nos podíamos desconectar de lo que estaba pasando en el mundo”, finalizó el fanático eléctrico.

QUIERE VOLVER A VER A SU FAMILIA FUTBOLERA

Al hincha del Ídolo del Astillero, Aníbal Bravo Ruiz, esta ‘temporada’ aparte que no pudo ver al equipo de sus amores, Barcelona, también le arrebataron la posibilidad de ver a su familia futbolera. Aquella con la que alentaba los 90 minutos del partido al equipo torero cada vez que jugaba en el estadio Monumental, Guayaquil.

Aníbal Bravo junto a sus compañeros de la agrupación ‘Seis de Julio’, con la que no se perdía un solo partido de Barcelona en el Monumental.Archivo

El oriundo de la cooperativa 10 de Enero, Naranjal, provincia de Guayas, en cada juego de local de los canarios, tomaba su gorra, sus pulseras, su camiseta del Ídolo, su ‘trapo’ (todos estos de color amarillo) y su compañera de viaje, su moto, y con sus ‘panas’ de la agrupación ‘Seis de Julio’ venían al Puerto Principal en caravana.

“Hace seis años empecé a ir en mi moto y lo hacía solo. Ya después se unieron los de la agrupación y nos íbamos en caravana a todos los partidos que jugaba Barcelona en el Monumental. Por eso que este año fue difícil para nosotros, porque no pudimos estar al lado de nuestra otra familia, la de Barcelona. Solo esperemos que este año las cosas se mejoren y podamos volver al templo”, destacó Bravo.