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La Gata no aguanta paro en la Liga del Guasmo
Juliana Cedeño se desempeña como árbitro en uno de los torneos más 'calientes' de Guayaquil. Dice que a punta de tarjetas rojas se ha hecho respetar.
Que “vaya a lavar platos” o que “vaya a cuidar a los niños”, son algunas de las frases que a Juliana Cedeño le han bastado para expulsar de la cancha a algún “malcriado”.
La réferi esmeraldeña, quien imparte justicia en el torneo máster de la Liga Barrial del Guasmo, afirma que “a las bravas” se ha ganado el respeto de los más “veteranos”.
“A punta de tarjetas rojas me he hecho respetar (risas). En mis primeros partidos en esta liga, algunos jugadores se querían sobrepasar conmigo. Me decían que vaya a lavar, cocinar o planchar. Yo no me hacía líos y simplemente les sacaba la roja”, menciona Julina.
La árbitro de 31 años afirma que de esta forma, “siendo enérgica”, poco a poco se fue dando a conocer, en este torneo que ella califica como “bravo”.
“Acá hay jugadores que están acostumbrados a increpar a los árbitros, pero conmigo se chocan. Incluso había algunos que me querían galantear, pero ahora que me conocen ni se atreven, porque saben que soy de pocas pulgas y que no aguanto paro (risas)”.
Pero la réferi menciona que con el tiempo ha hecho amistad con muchos de los jugadores, por lo que cuando está fuera de sus labores, algunos la llaman por su apodo: ‘La Gata’.
“Los jugadores que son un poco más confianzudos me dicen así, porque tengo los ojos claros (color verde). Pero una vez adentro del campo de juego no les permito que nadie me llamen de esa forma”.
Juliana menciona que hasta inicios del año anterior residió en Quito, donde también trabajaba como árbitro, pero que debido a la pandemia tuvo que venir a Guayaquil, en busca de nuevas oportunidades.
“Como en Quito la cosa se puso peor, por la pandemia, me vine acá a mediados de mayo del año pasado, porque algunos colegas me indicaron que los torneos se estaban reactivando. Como necesitaba trabajar me vine y gracias a Dios las cosas han salido bien”.
La réferi asegura que ya no piensa regresar a Quito, pues en Guayaquil no solo está haciendo lo que le gusta, sino que además encontró al amor de su vida. “Ya de acá no me mueve nada. Estoy feliz, trabajo en lo que quiero y he formado una familia. Qué más puedo pedir”.