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El Burj khalifa, la novelería para los turistas futboleros
En Dubái tienen el edificio más grande del mundo, pero para que nadie les gane, los árabes han comenzado a construir otro gigantesco.
Dubái llama la atención de los turistas por sus características y por ser la ciudad más ‘pelucona’ del planeta. Hay sitios que son de visita obligada, si no te sacas una selfi es que no estás en nada.
Como buen ecuatoriano apliqué la ley del ‘pasaba por aquí’ y me encontré con el famoso Burj Khalifa (Torre Kalifa), el edificio más grande del mundo. Sí, el que tiene 823 metros de altura y 162 pisos.
¿Alojarme en el Burj Khalifa? Quién dijo miedo. Preguntar no cuesta nada, además nadie me conoce por acá, a más de 14 mil kilómetros de Ecuador.
Realicé todo lo contrario a lo que hace cualquier turista, desde la parada del metro me fui caminando hasta la entrada principal del hotel de la marca Armani. No había nadie en la calle y hasta los conductores de los megacarros me saludaban. Me tardé unos 15 minutos en ese trayecto. El sol me ‘comía’.
Un guardia que estaba en la entrada me dio la bienvenida, mientras un Lamborgini pasaba cerca de mí, seguro imaginó que este cholo ecuatoriano era un excéntrico.
Entré al hotel con un inglés ‘mocho’ y cero en árabe. Pedí el valor de una noche en el lugar. Me dijeron que estaba por los $ 1.600, pero si aplicaba por internet podía tener unos 400 dólares de descuento. La habitación cuenta con una cama gigante, desayuno y hasta recuerdos incluidos, todo es de Armani. ¡Ojo!, los souvenirs no son los típicos jaboncitos del motelazo o un simple champú en sachet que algunitos suelen guardarse en los bolsillos...
En ese momento me desperté del sueño. Tratar de hospedarme en ese hotel era una tarea jodida. Lo intenté, pero era mucho billuso para mi billetera flaquita de dinero.
A CONOCER
No me quedé con las ganas de conocerlo, mi presupuesto solo me alcanzaba para recorrerlo al vuelo.
Salí del hotel, caminé unos 10 minutos y ya estaba en el Dubái Mall, que queda en el mismo complejo de edificios.
La meta era llegar al piso 124 y la clave fue comprar una entrada para ingresar al acuario más grande del mundo que está en ese mismo centro comercial, a un costado de la torre. La entrada cuesta más de 70 dólares, pero si tienes dinero puedes llegar a la cumbre del Burj Khalifa por más de $ 200. Acá es ‘pague por ver’.
Hice la fila, como buen turista sudamericano, mirando con la boca abierta para todas partes.
El ingreso es fantástico, a través de un túnel se muestran las fotos de cómo se construyó la torre (entre 2004 y 2010).
El ascensor es de los más rápidos del mundo, en menos de un minuto pasamos de la planta baja al piso 124. ¡Una bala! Nada qué ver con ese edificio del centro de Guayaquil donde se van de ‘cuerpeo’ en las escaleras...
Hasta que llegué. Considerada la mejor vista del planeta: agua cristalina, rascacielos, desierto, nubes... El vértigo también mete miedo, pero mejor se disfruta un poco alejado del mirador.
El lugar cuenta con un bar donde es como una obligación comprarse algo. Una botella con agua cuesta un dólar y medio, pero en una tienda solo pagas $ 0.20. Una bebida energizante tiene un valor de $ 6.50 en este sitio, pero en Dubái, abajo, en la calle, no en el cielo, el mismo producto no pasa de los 2 dolaritos.
Imaginé en cómo se divertirían los hinchas ecuatorianos cuando se instalen en Dubái por la Copa del Mundo de Catar, aunque esto dependerá de los chicos del ‘profe’ Alfaro que no fallen ante Brasil.
Los árabes son tan ‘picados’ que ahora construyen otro rascacielos, el Dubái Creek. Hasta ahora ni ellos saben con cuántos metros de altura le ganará al Burj Khalifa.