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¡Béisbol a lo chiro en Esmeraldas Chiquito!
Los minipeloteros de Panthers no tienen una cancha, ni los guantes y bates necesarios, sin embargo se las arreglan para ‘hacerle’ al béisbol
El guante parece una manopla megagigante en sus manos, incómodo para el brazo de una chiquilla. Ni qué decir del bate, recontra pesado para los niños que apenas si pueden levantarlos. Pero hay ganas por practicar y jugar béisbol. Eso basta.
En plena cooperativa Esmeraldas Chiquito, al sur de Guayaquil, con olor a estero Salado y bajo un fuerte sol, unos 70 minipeloteros de la escuela de sóftbol y béisbol Panthers están listos para dar rienda suelta a sus sueños.
Ahí, sobre un espacio diminuto, en una caja de bateo de apenas 5x15 metros de diámetro, en comparación a un campo de entrenamiento, realizan sus primeros ‘pininos’ en este deporte.
Las limitaciones no los frenan. No solo son los guantes gigantes para ellos (en realidad, normales para un pelotero adulto). Ni el bate pesadísimo. Los chicos no tienen los suficientes implementos y les toca hacer fila para usarlos. Tampoco cuentan con los zapatos y uniformes adecuados y se ven obligados a utilizar la ropa de casa.
Pese a todo esto, luchan por cumplir sus sueños: ser un pelotero de las Grandes Ligas de Béisbol (MLB, por sus siglas en inglés). Ellos se adaptan a las adversidades y así entrenan de lunes a viernes en doble turno, de 09:00 a 11:00 y de 15:00 a 18:00, en el parque de la cooperativa Santiago Roldós, que colinda con el estero.
Una pequeña cancha de índor les sirve para hacer los ejercicios de calentamiento, donde tienen que formarse en varias filas porque es angosto, pues este está ubicado entre el brazo del mar y la calle 45. Luego pasan a la caja de bateo que recién pudieron conseguir hace cuatro meses tras varias donaciones. Y empiezan con los verdaderos batazos. Antes tenían que contener su fuerza porque las pelotas se iban al agua.
“Este proyecto lo inicié hace siete años para ayudar que los niños del sector no caigan en los vicios y las drogas. Todo ese tiempo entrenábamos en el parque y las pelotas se nos perdían en el agua, se iban al estero. La caja de bateo la pudimos armar porque nos donaron las partes y con unos amigos que saben de soldadura la armamos”, cuenta Douglas Muñoz, entrenador y mánager del equipo.
De la danza al béisbol
Ayleen Montaño tiene seis meses entrenando esta disciplina y ya se enganchó. Ella es amante de la danza, pero en el deporte de la pelota base encontró su camino a seguir. “Es bueno que Douglas haga esto y no nos cobre nada. Nos gusta este deporte, por eso pedimos que nos ayuden con una cancha donde podamos entrenar, porque estamos estrechos aquí”, dice la pequeña de 13 años.
Al terminar el entrenamiento diario o cuando tienen ganas de ir al baño se les crea otro problema.
Para que las ‘peladas’ pueden orinar tienen que correr hacia sus casas porque no tienen servicios higiénicos disponibles en el sector. Incluso, si se quieren refrescar están obligados a llevar una botella adicional de agua con la que se puedan enfriar.
“Me gusta entrenar béisbol, me gusta batear y no quisiera que se termine esto. Cuando quiero ir al baño voy a mi casa corriendo porque no hay baño aquí en el parque. Incluso nos da el sol, por eso tenemos que traer agua porque no hay”, recalca Luciana Pérez, de 5 años.
Los padres de familia también se han involucrado con el equipo para que este proyecto siga en pie. Ellos son los ‘guardaespaldas’ del equipo, que en un 80 % está conformado por niñas. Incluso, han creado su propia lotería para recaudar fondos.
“Vine a preguntar si cobraban algo, pero me llevé la sorpresa que era gratis. Por eso que nos organizamos y realizamos rifas para sacar fondos para el equipo. Con eso podemos compra algunas cosas para que puedan entrenar bien”, dijo Elizabeth Menoscal, madre de la pequeña Luciana.
Ella está agradecida porque “le ha dado la oportunidad a mi bebé de hacer deporte y que se aleje de los vicios. Igual nosotras venimos a ayudar a cuidar a los niños”.
Finalmente, Douglas destaca que con su proyecto ha logrado concienciar a las personas del sector y cuidan la caja de bateo. Los vecinos no dejan que los ‘chamberos’ se lleven la estructura metálica. Incluso, cuando dejan olvidado un guante o una pelota al siguiente día se la devuelven.
“Esto no sucede ni en el norte. Las personas apoyan el proyecto porque han visto que hay muchos niños que vienen. Se han dado cuenta de que nos cuesta mucho conseguir las cosas y nos ayudan en ese sentido. Por eso también pedimos el apoyo a los que tengan recursos para darnos donaciones, que a eso le sacan provecho los niños”, recalcó Muñoz, quien es parte de la selección de sóftbol de Ecuador.