Sabemos que la Copa América ha sido siempre muy esquiva para nuestra selección, donde 28 años después seguimos sin superar lo que hicimos en la edición de 1993, pero no es menos cierto que hasta antes de la derrota con Perú en Quito, por eliminatorias, guardábamos la esperanza de que esta Copa podía ser distinta. Al día de hoy atravesamos una crisis futbolística y de confianza, donde parecería que hay más dudas que certezas al momento de elegir un planteamiento y a sus intérpretes.

No estoy en contra que en la Copa se hagan cambios o pruebas, entiendo que todas las selecciones y, particularmente las que están iniciando un proceso aprovechan la competición para trabajar y fijar conceptos, pero esto no exime ni es contrario a pensar que se pueda competir con lo mejor que se tiene. Hacer un llamado a la mesura no significa no opinar o no ser críticos, significa pedir trabajo, autocrítica y resultados desde la moderación y la compostura.

La sensación que hoy tenemos y que probablemente sea lo que no alcanzamos a entender es que, viendo la lista, sí hay jugadores con los cuales a priori podríamos competir mejor o que mínimo merecen la oportunidad de ser probados y tener continuidad.

Ecuador no está eliminado aún, pero tampoco está convencido de su identidad futbolística y eso es lo primero que debemos recuperar. ¿A qué queremos jugar?, ¿cómo nos conviene jugar? Y una vez respondidas ambas preguntas, elegir a los mejores intérpretes para llevar a cabo el plan. Hoy ya no hay tiempo para esperar, hoy se trata de salir a proponer, a buscar y a corregir sobre la marcha. Se acabaron los comodines, solo nos sirve ganar.