La adaptación de de una dieta líquida puede ser una medida necesaria en ciertas circunstancias específicas, ya sea por motivos de salud o como parte de un plan de alimentación supervisado.

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Es la indicada para evitar la deshidratación. Se la asocia con la pérdida de peso, su aplicación va más allá de este propósito, también facilita la digestión y previene los atragantamientos de personas que no pueden ingerir alimentos sólidos, como en los casos de esclerosis múltiple, enfermedad de Parkinson, accidente vascular cerebral, problemas intestinales o a su vez como preparación para procedimientos médicos (cirugía o colonoscopias). El fin es de vaciar el tracto digestivo, lo que facilita los procedimientos y reduce el riesgo de complicaciones.

Según Andrea Calle, consultora nutricional con más de 10 años de experiencia:

Caldos, sopas y coladas licuadas. Estas deben tener vegetales cocidos (zanahoria, zapallo, calabaza), proteínas (pollo, pavo, carnes rojas o pescado) y tubérculos (papa, yuca, remolacha) 

Bebidas. Jugos o batidos de frutas (coladas), tés, agua y bebidas vegetales como leche de almendra, avena, arroz o soya.

Lácteos y derivados. Leche, yogur, quesos blancos cremosos, como cottage y ricotta.

Helados. Que contengan ingredientes sólidos como pasas, frutas.

Gelatinas. De uva y fresa.

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Fácil digestión. Los alimentos líquidos son más fáciles de digerir que los sólidos, por ende es beneficioso para personas con problemas digestivos o que necesitan una recuperación suave después de una cirugía.

Hidratación. Muchos alimentos líquidos, como caldos, sopas y batidos, contienen una alta cantidad de agua, lo que ayuda a mantener una adecuada hidratación, especialmente en situaciones en las que la ingesta de líquidos es importante.

Aporte de nutrientes esenciales. Aunque las dietas líquidas tienden a ser bajas en calorías, aún pueden proporcionar una variedad de nutrientes esenciales, como vitaminas, minerales y proteínas, dependiendo de los alimentos líquidos seleccionados.

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