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Buena Vida
Jennifer Martínez: "Manejo todo a control remoto"
Ganó un premio por el servicio de taxis exclusivo para mujeres que creó en pandemia y que expandió hasta Ciudad de México
Tres años después de crear el primer servicio de taxis exclusivos para mujeres, Jennifer Martínez, abogada guayaquileña, de 27 años, saborea el éxito. Hace unos días recibió el Lux Award, un premio en la categoría de negocios digitales, por su emprendimiento que expandió hasta Ciudad de México.
La nominación y el haber ocupado el segundo lugar aún le parecen increíbles. El ‘start-up’ que lo inició en Guayaquil, en mayo de 2021, en plena pandemia y tras ver reducido su sueldo en un bufete de abogados, nace de su experiencia como conductora de taxis para una conocida aplicación, donde los hombres dominan ese mercado.
En ese entonces era madre soltera de dos niños pequeños a los que debía mantener y al ver mermada su capacidad económica se puso a ‘taxear’. Salía del trabajo e iba corriendo a su casa para ‘darle una vuelta’ a sus hijos, quienes quedaban al cuidado de su mamá.
El recorrido a bordo de su 4x4 para transportar hombres y mujeres iniciaba a las 6 de la tarde y concluía entre la 1 y 2 de la mañana. “Con ese carro me metía en todos lados. Llegué con carreras al puente de la A, allá donde hacen los bingos; también fui a Durán, justo donde se dan ahora las balaceras”, detalla. ¿Que si lo volvería a hacer?, responde tajante que ya no podría, por su seguridad y por el amor de sus niños.
Fueron seis meses tras un volante llena de temor e incertidumbre. No hubo una sola noche en la que no sintiera miedo a ser acosada, asaltada, secuestrada o violada. Para una mujer es casi que imposible enfrentarse a esos delitos. Aunque recibió de ciertos pasajeros varias solicitudes de salidas y peticiones de su número celular.
Vivir en carne propia el temor que pasan a diario las mujeres que toman taxi y escuchar a sus clientas decir que se sentían seguras cuando era ella quien conducía, le dio la pauta para idear un negocio que sirviera como una oportunidad para cumplir con dos de sus necesidades: seguridad y falta de empleo.
Al poco tiempo dejó de ejercer como abogada, cuando le anunciaron un segundo recorte de su salario. Luego de idear el concepto del negocio, el nombre, el logo, de recibir apoyo de su familia y préstamos bancarios se convirtió en la gerente de su empresa, que inició con 5 conductoras. Encontrarlas fue un trabajo titánico y caro.
“Tardé 6 meses en hallar a las 5 primeras y mucho más tiempo en conseguir al resto. Luego empezamos a atraer clientes. Para ello se pagó publicidad, convenios y estrategias. También está el ‘call center’ que presta atención 24/7. Son 6 chicas a las que se les paga sueldo. Trabajan desde su casa. Viven en Milagro, Vinces, Daule, por los alrededores de Guayaquil”, detalla Martínez, quien una vez al mes se reúne con el personal para coordinar el trabajo.
Actualmente, solo en Guayaquil tiene 120 mujeres detrás de un volante y otro tanto en Quito. Las dos únicas ciudades del país donde presta el servicio, aunque su visión es ingresar a otras provincias y países de Latinoamérica, tal como lo hizo en México. En la capital azteca abrió mercado en febrero de este año, al ver que sus ciudadanas tenían las mismas necesidades que las de Ecuador. “Los femicidios son muy altos, aparte de que la violencia en taxis se ha incrementado año tras año”, explica.
En ese país se quedó dos meses hasta lograr organizar todo. No tiene oficina, desde la casa dirige su empresa a control remoto.
En el D.F. cuenta con 70 conductoras, quienes pasaron por un exigente proceso de selección, el mismo que usa con las ecuatorianas. Además de entrevistarlas de manera presencial se encarga de revisar la documentación personal, los antecedentes penales, el estado del carro y sobre todo la forma de conducir y la atención al cliente. Esto es básico para garantizar la seguridad en el servicio.
Jennifer asegura que su negocio tiene un fin social, que es cuidar a las mujeres y darles trabajo a aquellas que pasan de 35 o 40 años, y que por su edad están relegadas de la oferta laboral.
“Mi tasa más alta de conductoras son de mujeres que no tienen trabajo por la edad. También están las madres solteras. De ellas tenemos muchas historias y son quienes proveen para su hogar”, relata la empresaria.
Esas mujeres se ven reflejadas en su ‘jefa’, quien al igual que ellas también posó por lo mismo. “Tuve que ‘taxear’ para darle de comer a mis hijos, tuve que arreglármelas sola. Aquí tengo señoras que trabajan todos los días para llevar el pan a su hogar. Lo bueno es que ellas ponen su horario. El trabajo aumenta los tres últimos meses del año y en época navideña, ya que quieren costear las festividades”, indica Martínez, quien sueña con tener una app de taxis de mujeres para mujeres, la más grande de Latinoamérica.
Ingreso a lugares peligrosos
“Hay conductoras que son de sectores conflictivos y ellas ya conocen su zona. Viven en Monte Sinaí, al fondo del suburbio, y otras en Durán, entonces ya las conocen y entran tranquilas porque saben quienes son sus vecinos. Pero aceptamos las carreras siempre y cuando la pasajera mande la cédula, porque la costumbre que tenemos es verificar la identidad y que sea alguien que no les vaya a hacer daño a las conductoras. Hasta aquí no hemos tenido problemas. Al momento llevamos unos 100 mil viajes seguros y nunca hemos sido víctimas de asaltos o de otros delitos”.
Más de ella...
- Es abogada en derecho penal económico y está haciendo una maestría en derecho vicario (manipulación y control ejercidos por uno de los padres sobre el otro, utilizando a los hijos como herramientas para causar daño emocional o psicológico).
- Tiene tres hijos, la última es de su segunda relación.
- Su agencia de taxis permite el traslado de adultos mayores, personas con discapacidad, niños y mascotas.
- Cuando una cliente o una conductora se porta mal se les inhabilita el servicio.
- Para solicitar una carrera es importante que la cliente envíe la captura de la cédula o el número celular que luego queda registrado en un archivo digital.
- Sus padres y hermanos viven en Costa Rica.