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Cuerpeo
¿Y mis pascuas? 'Cuerpeo' con pepino en moteles
En los cuartos de un motel quiteño es fácil encontrar desde consoladores de hule hasta frutas usadas para el placer. En Guayaquil también las usan.
“Ni en la cama ni en la mesa hay que tener vergüenza”, dice un adagio popular. Pero… ¿Qué tan cierto es a la hora del ‘cuerpeo’? A muchos de los visitantes de un motel, ubicado en la avenida Ajaví, sur de Quito, este dicho les queda corto.
Las excentricidades para ellos no existen. Tras revisar cada una de las 40 habitaciones, las camareras se han encontrado desde consoladores de hule hasta frutas ‘bañadas’ con semen. Son los ‘regalitos’ de Navidad que les dejan las parejas. Pero también pueden aparecer en cualquier fecha del año.
Bárbara Martínez trabaja como mucama hace dos años en este sitio. En el día limpia, al menos, siete habitaciones, las que frecuentan los clientes que solo buscan descargar su pasión durante cuatro horas.
Dice que al inicio le costó adaptarse al oficio, porque los orgásmicos gemidos que inundaban los corredores penetraban en su cerebro mientras limpiaba las habitaciones.
Después tuvo que acostumbrarse a encontrar entre sábanas, debajo de la cama, en el tacho de basura, en la bañera o simplemente en una esquina de la habitación, objetos extraños que abandonaban los usuarios.
La primera vez halló un plátano, enterito y sin pelar, cubierto con un condón. Los usuarios lo dejaron en el fondo del tacho de basura del cuarto.
Después, entre las sábanas, descubrió un anillo vibratorio. En aquel entonces no sabía para qué servía. Así como otros objetos sexuales hechos de hule, como consoladores, vibradores de colores y aparatos que jamás en su vida había visto. “Son cosas locas, pero la gente juega y a la hora de la hora todo es válido”, dice.
Pero si de rarezas de trata, Carla Narváez, otra de las chicas a cargo de la limpieza, recuerda que encontró cerca de la cama un pepino grande, que tenía puesto de ‘sombrero’ un preservativo.
“Eso fue lo más raro que encontré. Al inicio me dio asco cogerlo para botarlo a la basura, pero después ya dije: ‘ni modo’. No me imagino cómo pueden usarlo o más bien por dónde”, agrega con una sonrisa pícara.
También están las sábanas teñidas de rojo pasión, no precisamente por la Navidad. Las mujeres manchan la cama y toallas de la bañera por el período menstrual. En más de dos ocasiones los clientes han pagado por el juego de cama o baño. “Se han llevado eso como recuerdo”, añade Narváez.
A más de estos hallazgos particulares también están las frases célebres que retumban en los corredores y que, según ella, son más propias de las damas que de los caballeros.
“Entre cuatro paredes no hay más que ellos. Se escucha que las chicas les piden que las golpeen, que les den con todo, que les den más fuerte y la típica frase de ‘dame más’”. Al final, todo vuelve a la calma.
Jueves, 19:00. La radio de comunicación que carga como un llavero en el bolsillo de su pantalón emite un crujido. Una voz le anuncia que la habitación 103 fue desocupada.
En un carro rodante, cargada de sábanas limpias, un trapeador, paños de tela y desinfectantes de todo tipo, la mujer se moviliza a esta habitación que está en alguna de las cinco plantas del edificio. Después de un año y medio de trabajar en lo mismo aprendió que ser prevenida solo la exponía al susto. De algo desconocido. O de algo que para unos es exótico y para otros solo les induce a la felicidad, al menos por unas horas, en un rincón de la ‘clandestinidad’.
VERDURAS Y FRAGANCIAS
En Guayaquil es igual. Jonathan García, supervisor de un hotel de la vía a Daule, en el norte, recuerda que una vez encontraron una zanahoria entera grande, cubierta con un condón. Al parecer, los clientes se ponen cachondos usando verduras durante el ‘cuerpeo’.
Entre esas costumbres curiosas también ‘asoman’ detalles tradicionales, pero que nunca fallan y complementan ese momento de pasión. Por ejemplo, los arreglos florales.
Jonathan dice que para Navidad las parejas les piden alguna decoración especial hecha con pétalos. Los ‘te amo’, ‘eres mi princesa’ y el número de años o meses de relación son algunas de las típicas opciones.
Los clientes se ponen románticos, pero siempre buscan ‘golear’ a la ‘chirez’. Hay quienes reservan las habitaciones para una hora específica, pero piden permiso para llegar un poco antes y arreglarlas.
Jackeline Cevallos, quien labora en un hotel en la calle Colón, dice que incluso unos llegan con amigas para que los apoyen a dejar ‘papelito’ las piezas. Así se ahorran el billete que les podría costar ese servicio.
Buscan disminuir gastos, pues aunque ahí algunas recámaras tienen pequeñas neveras con bebidas, ellos usualmente prefieren llevar sus propias ‘bielitas’ para refrescarse o ponerse en onda para el acto.
En sus jornadas de limpieza, Jackeline ha visto cajas de perfumes ‘pepas’ y otros algo más ‘turritos’. Los cartones revelan qué tanto ‘sufren’ o no los bolsillos de los que ‘cuerpearon’ en esas cuatro paredes.
Envolturas de relojes, chocolates o licor también se suelen hallar tiradas por el piso. Aunque en el caso de los productos comestibles o bebibles queda la duda si también fueron utilizados en pleno acto sexual.
Jonathan y Jackeline coinciden al referir que los regalos ostentosos, aunque no dejan de ser una costumbre, cada vez son menos frecuentes en los dormitorios del placer para las fiestas decembrinas.
Ahora, más que con un presente físico, las ‘pascuas’ se dan en la cama. Y no es ‘cuento’. Los clientes piden no ser molestados. Van a lo suyo.