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Buena Vida
Crónicas del cuarto rojo: Bendito panty negro
Dos almas hambrientas de lujuria dejaron volar su imaginación
En la penumbra de la habitación, él la observaba desde la cama con una mirada cargada de deseo. Estaba perdido en la silueta de su amada que se movía con gracia por la habitación.
Ella lucía radiante, envuelta en panty y brasier negro de encaje, como una diosa de la seducción. Su cabello caía en ondas sobre sus hombros desnudos y sus ojos brillaban con una chispa traviesa. Con cada paso, el tejido de la lencería se movía con ella, acariciando su piel y dejando a la vista solo lo suficiente para despertar la pasión.
Bebió un poco de vino y caminó hacia él, mientras los tirantes del sujetador se deslizaban por su pecho y sus tacones resonaban en el piso. Su mirad ardiente estaba llena de una intensidad que podía derretir hasta el corazón más frío. Sus labios, carmesí, en cambio invitaban al pecado con cada sonrisa entrecortada.
Y sin decir una palabra, se fundieron en un abrazo apasionado hasta que el roce de la piel los envolvió en una sensación de intimidad y amor.
Así, a la luz de las velas, se redescubrieron el uno al otro, entre sus fantasías y fetiches, sobre todo, los de ella.
Ya le había anticipado que le fascinaba dominar, y aún más si lo ataba con las esposas de cuero que guarda cuidadosamente en su mesa de noche. Él, por su parte, encontraba placer indescriptible en ser dominado.
Para ellos, el tacto de la piel no era suficiente; buscaban la excitación en cada textura, en cada material que pasaba por sus cuerpos entrelazados. Él se estremecía al sentir el suave roce del cuero, mientras ella se estremecía de placer al verlo rendido a sus pies.
Esa noche, el departamento se convirtió en un escenario de película para adultos. Sus susurros y gemidos hacían eco en la habitación, mientras se movían con desenfreno, perdiéndose el uno en el otro como dos almas hambrientas de lujuria.
Estaban en su mundo propio, donde el tiempo se desvanecía y solo existían ellos dos, saboreando cada momento como si fuera eterno, y como si estuvieran en un santuario de pasión.
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