De niña jugaba a la cocina con ingredientes reales. A los siete años preparó su primer plato, un locro de papas. A los 8 escribió su propio recetario y en el colegio vendía los postres que elaboraba.

En el 2018 obtuvo la estrella Michelin, máximo galardón en el mundo de la cocina. Al año siguiente se estrenó como jurado de una de las franquicias televisivas más importantes en lo que a gastronomía se refiere, MasterChef Ecuador.

La cuencana de 35 años hizo un alto a sus actividades para, desde Bogotá, donde se graba la segunda temporada, conversar con DOMINGUERO y someterse a este cuestionario.

¿Cómo eran sus navidades en su niñez?

Siempre fueron familiares. El 24 era en casa de mis abuelos paternos. Rezábamos, cantábamos villancicos y se repartían los regalos. Comíamos tamales, y hasta ahora me acuerdo de las galletas de coco de mi abuelita, quien cada año obsequiaba un tarro a cada nieto. También íbamos a la misa de gallo. Los 25 eran donde mis abuelos maternos. Allí un tío grababa todas las Navidades y nos ponía la filmación del año anterior.

¿Husmeaba los regalos?

(Risas) Era de las que quería saber qué me iban a dar. Me hubiera aguantado, pero tenía una prima que vivía al lado mío y un año abrimos los regalos del árbol y nos dimos cuenta de que nos iban a obsequiar la misma muñeca a las dos. Las llamamos ‘Isabel’ y nos hicimos las sorprendidas cuando las entregaron. No sé si se dieron cuenta nuestros papás de que habíamos abierto los paquetes, pero estábamos felices porque era el juguete que queríamos.

¿Qué más recuerda de estos tiempos de familia?

También nos uníamos para ayudar a los más necesitados. Hacíamos fundas con caramelos para los niños y canastas de comida para gente que sabíamos que no tenían recursos. Me gusta la obra social.

¿Y en España qué tal son estas fiestas?

Los regalos son para los niños, los adultos no se dan cosas, esas tradiciones se han ido perdiendo. Desde que estoy en España (2012), mis Navidades han sido con la familia de Iñaki, mi pareja. Allí es como la única época que nos vemos con ellos, es algo bonito. Iñaki y yo participamos en la cena. El 24 es salir con los amigos, nos vamos a bares o fiestas. El 25 estás muerto del cansancio, pero igual te juntas con la familia. A mis sobrinos trato de enviarles sus regalos y con los demás hago videollamada y nos deseamos una feliz Navidad. Aunque estamos lejos, nos sentimos más cerca.

Cuando viene al ecuador todos deben anhelar que usted cocine, ¿o le cede el cetro a su mamá?

Cuando estoy acá con Iñaki hacemos unos entrantes; el pavo lo dejamos a la familia, pero siempre me encargo del postre. A mis tres sobrinos les encanta que prepare el volcán de chocolate.

¿La estrella Michelin se ha dejado guiar por la estrella de belén, que lleva hasta el pesebre donde está Jesús?

Soy creyente, le rezo a Dios, pero en especial le agradezco por todo lo que me da. Triunfos, éxitos, cada vez que me pasa algo puedo decir que es Dios; converso mucho con Él.

¿Dónde despedirá el año?

En la playa con mi familia. Como nos encanta cocinar a todos, compraremos pescado, nos pasaremos comiendo todo el día y disfrutando del paisaje. A Iñaki le tocó quedarse en España, estaremos separados, pero por videollamadas estaremos en contacto, así nos tocará este año.

¿Tiene algún proyecto macerando para el 2021?

Abrir algo en Ecuador, nuestro propio restaurante. Eso queríamos este año, pero la pandemia no lo ha permitido, pero sigue en pie. Vamos a ver cómo va el siguiente año para ver si se puede abrir la cocina de nuestro restaurante Ikaro (unión de sus dos nombres: Iñaki y Carolina), que tenga su misma filosofía, nos encantaría.

Definitivamente no hay mejor socio y compañero que Iñaki.

Totalmente. Tenerlo a mi lado en el negocio es una seguridad increíble; nos compenetramos muy bien, se podría decir que pensamos casi igual. En la parte sentimental también es maravilloso. Intentamos no llevar los problemas del trabajo a casa y viceversa, somos personas que huimos del conflicto y por eso intentamos solucionar los inconvenientes antes de que se vuelvan grandes.

¿Qué calienta y qué enfría a Carolina Sánchez?

Me pone mal genio las personas que mienten, los que menosprecian mi profesión; algunos creen que cocinar es coger, poner y ya, pero hay mucho más detrás. Me enfría la gente que no le pone alegría a las cosas, que solo está viendo la parte negativa de todo.

¿Qué momento especial congelaría?

Cuando nos dieron la estrella Michelin (2018), eso es algo que nunca olvidaré en mi vida. Cada vez que veo el video se me eriza la piel, fue muy emocionante. Lo congelaría para siempre porque fue el resultado del esfuerzo que pusimos con Iñaki para iniciar Ikaro y seguimos poniéndole corazón día a día.

Háblenos de su estilo de vestir, es muy chic. Deja a un lado el delantal para usar stilettos. ¿La asesora algún diseñador o usted decide qué lucir?

En mi vida diaria es normal, pero cuando salgo o tengo un plan especial me gusta ponerme cosas diferentes. Soy una compradora compulsiva con la ropa, me gusta combinar muchos colores, tengo como 20 mil zapatos (ríe). En MasterChef tengo la ayuda de un estilista, un diseñador maravilloso de Colombia, Gustavo Ávila, quien me ha enseñado qué prendas me quedan bien para mi figura. Por ejemplo, nunca pensé en ponerme los enterizos, era de las personas que decía “no me quedan bien”, y él me ha hecho ver que sí; ahora sé cómo y con qué ponérmelos. Le debo muchísimo y tengo que decirlo.

¿Qué significa MasterChef en su vida?

La experiencia ha sido buena. Al principio estaba nerviosa, pues nunca lo había hecho, pero pienso como si las cámaras no estuvieran en el sitio y me olvido que me están viendo miles de personas. Ni novio me decía al inicio: “tienes que soltarte más, ser graciosa, como lo eres conmigo, ser tú misma”.

Las dos temporadas han sido geniales; uno le agarra cariño a los participantes, al jurado y al equipo en general. Me va a dar mucha pena cuando termine porque la gente se convierte en tu familia. La mayoría del equipo de la primera temporada trabaja en esta, nos conocemos entre todos; hacemos planes juntos, en nuestros días libres. Es más, hace poco hicimos con el staff “El día de las velas” y pedimos nuestros deseos. 

A escoger:

¿Lo dulce o lo salado?

Lo dulce. Siempre he sido una amante de la repostería, de la pastelería, es más por eso me hice cocinera porque empecé en esa área. Siempre me han encantado las galletas, las tortas, aunque esté llena no puedo perdonar a un dulce, no me puedo resistir.

¿Cocina o televisión?

Cocina directamente. Me gusta la televisión, lo que estoy haciendo, pero no me veo viviendo de eso; extraño cocinar para mis clientes y estar en acción en los fogones. A esto le pongo pasión, me encanta y me llena. La parte de la TV me gusta como ahora: hago tres meses esto y ya, me regreso a mi vida diaria.

¿Ecuador o España?

Ecuador o España, qué difícil, en uno nací, allí está toda mi familia, mis amigos, mi corazón, pero en España está mi pareja y mi hijo, el restaurante, en este país es donde he tenido más éxito y he podido tener experiencia. Creo que sería 50 y 50.

¿Quique Sempere o Irene González?

Mitad y mitad, con los dos me he pasado muy bien. Él es bellísima persona, tiene muchísima experiencia en la cocina ecuatoriana, conoce todos los ingredientes y las técnicas. Ha visitado muchísimas ciudades y ha visto los platos típicos, ese es su fuerte. 

Irene es divertidísima. Por ser mujer tenemos cosas más afines y desde el primer día se hace tu mejor amiga, puedes contarle tus cosas y confiar en ella. Si uno está con un bajón, ella tiene mucha energía y está para todos los planes. Sabe bastante como empresaria de lo que es trabajar en equipo y liderar.

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