Lissette da clases a los niños, los asiste en su higiene y alimentación. La misionera va por el mundo sirviendo a los demás.Cortesía

Boricua da 'jama' y techo a chamos

Lissette Vázquez y su esposo abandonaron una vida estable en EE. UU. para ayudar a refugiados venezolanos en Ecuador. No se arrepienten, pues las bendiciones no han parado

La puertorriqueña Lissette Vázquez dejó su vida en Estados Unidos por crear en Ecuador un albergue, comedor y guardería para venezolanos. Pero esto no surgió de un momento a otro, revela que Dios fue armando todo perfectamente.

A los 14 años, un pastor que no me conocía y estaba de visita en la isla, interrumpió el culto, me llamó por nombre y apellido y me dijo que sería misionera”, rememora.

Desde entonces sus vacaciones las empleaba para el llamado de Dios. Ha estado en misiones en 32 países. Pero viajar le significaba gastos, por lo que emprendió en la confección de lazos, diademas y vestidos de bebé. A los 21 años tenía tres tiendas en centros comerciales de Puerto Rico.

Así como llegó la prosperidad apareció la bancarrota, por eso se fue a EE. UU., a empezar desde cero. En una iglesia de Orlando (Calvary City Church) conoció al ecuatoriano William Cornejo, su esposo, quien la invitó a nuestro país. “Cuando llegué a Guayaquil lloré, vi gran necesidad. Dios empezó a remover en mí el llamado que me hizo”.

El ecuatoriano William es su soporte en la obra solidaria.cortesía

Un oasis en el desierto

Desde 2006 ella y su familia venían solo en tiempo de vacaciones escolares, pero en 2016 Lissette le manifestó a su pareja que Dios los llamaba al Ecuador. “Me dijo: ‘Estás loca, tengo 43 años viviendo en Estados Unidos’. Le dije que iba a orar por él para que tenga mi mismo sentir. Días después me confiesa que el Señor le habló a través de personas, que vendamos todo porque nos vamos a su país. Luego pasó lo del terremoto (Pedernales) y sabíamos que era el tiempo”, señala.

La pareja sirvió en la provincia de Manabí, también en una escuela en Sabanilla (Daule) y hace más de un año abrió un albergue en el norte de Guayaquil, al cual llamaron Oasis porque eso representa para sus beneficiarios.

Al principio era para niños con cáncer. “Fuimos a Solca y comunicamos la apertura del sitio, pero no llegó nadie, sin embargo en la calle vimos a una venezolana llorando porque su hija tenía fiebre. Las llevamos al albergue y la revisó una pediatra. En 2015 vi en Turquía a los refugiados sirios y le expresé a William mi deseo de trabajar con este tipo de personas”, indica Lissette, quien también busca transformar a los ‘huéspedes’ con el amor de Jesús.

Por la explotación infantil creó una guardería para ayudar a los hijos de migrantes venezolanos que trabajan en las calles.

Numerosas familias acuden a diario al albergue en Virgen de Fátima.cortesía

Expansión en la pandemia

La guardería y albergue en el Puerto Principal, pese a estar cerrados por el coronavirus, han servido como centro de acopio, pues la pareja reparte kits alimentarios y maternos. Y abrieron otros centros en Virgen de Fátima (Yaguachi): un comedor, guardería y albergue de paso. También dan de comer a ocho adultos mayores discapacitados, a quienes les envían ‘jama’ a sus casas.

Lissette tiene más proyectos, no en su mente, sino en su corazón. No se afana por ellos, porque asegura que Dios es el dueño de la obra y todo se hará en su tiempo y a su manera. 

Datos

    • En el comedor de Yaguachi empezó con 15 niños, hoy tienen 60.
  • En Oasis cuentan con baños para personas en condición de calle, quienes pueden ir a asearse, incluso lavar sus ropas.
  • De su iglesia recibe una ofrenda misionera que le sirve para el alquiler del albergue en Guayaquil, lo demás es autogestión y generosidad de la gente. Si desea unirse comuníquese al 0982841055