Caminar por las empinadas calles de Zaruma, rodeado de coloridas y antiguas casas, es como tener un viaje al pasado. Este cantón de la provincia de El Oro, declarado Patrimonio Cultural del Ecuador en 1990 y ocho años después Patrimonio Cultural de la Humanidad, por la Unesco, es famoso por su rica historia minera.

Sin embargo, detrás de su aparente tranquilidad y alto flujo comercial se esconde una realidad que muchos prefieren no mencionar. En el último año, los habitantes de la parte alta de la provincia, que incluye también a los cantones Portovelo y Piñas, han notado movimientos inusuales de personas desconocidas.

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Por eso ha surgido la sospecha de que estos individuos pertenecerían a grupos delictivos que han encontrado en este histórico enclave un nuevo terreno para sus actividades ilícitas. El miedo a formar parte de las estadísticas de violencia es palpable, lo que mantiene a muchos en silencio.

Uno de los asesinatos más recientes, que conmocionó a Zaruma, fue el de Néstor Andrés Aguirre Mora, de 31 años, quien fue acribillado en un ataque armado mientras se encontraba afuera de un inmueble. El crimen ocurrió el martes 9 de julio, pasadas las 20:30, en la avenida Alonso de Mercadillo. Tres sujetos armados, a bordo de una motocicleta, dispararon repetidamente contra Aguirre. Su cadáver quedó junto a la puerta de una casa, cerca de unas escaleras.

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“¿Cuándo se había visto algo así en Zaruma? Este pueblo siempre ha sido tranquilo, pero ahora veo gente armada en moto”, comentó un residente, quien prefirió mantener su anonimato por temor a represalias.

Las estadísticas policiales confirman la preocupante realidad en este Pueblo Mágico, declarado así el 26 de noviembre de 2019, por el Ministerio de Turismo.

En 2023, entre el 1 de enero y el 18 de agosto, el Distrito Zaruma, conformado por los cantones Atahualpa, Portovelo y Zaruma, registraba solo una muerte violenta, mientras que en 2024, durante el mismo período, se contabilizaron 10 asesinatos, lo que representa un aumento del 900%. Aunque esta cifra es menor en comparación con localidades más violentas como Machala y El Guabo, el cambio es alarmante para los residentes.

“El problema aquí siempre había sido la minería ilegal, pero llegar al extremo de asesinar a alguien es algo que nos preocupa”, expresó un lugareño.

El capitán Carlos Javier Realpe Portilla, jefe de operaciones del Distrito Zaruma, reconoce que hay un aumento preocupante en los homicidios, a pesar de la reducción en otros delitos. “Hemos realizado 113 operativos en el territorio, con 7 detenidos solo en la semana 34 (del año), por diversas causas, incluyendo conductores en estado de embriaguez y sin licencia”, comentó. También mencionó la retención de vehículos y el retiro de polarizados en estas acciones.

A pesar de que la mayoría de los delitos ha disminuido, el incremento en los homicidios sigue siendo un gran reto para la policía. “Tenemos un aumento del 900% en homicidios intencionales en comparación con el año pasado”, ratificó Realpe Portilla, señalando que el distrito, históricamente pacífico, ha solicitado refuerzos de grupos tácticos para enfrentar posibles organizaciones delictivas que buscan asentarse en los cantones mineros.

El oficial atribuye este incremento en homicidios a delitos que ya generan zozobra en otras localidades del país. “Se presume que estas muertes están relacionadas con extorsión y narcotráfico, aunque se tratan de eventos aislados”, argumentó.

“Zaruma, un centro turístico único por su belleza, no está exento de la amenaza de organizaciones delictivas, como sucede en otros cantones de la provincia”, comentó un residente que vive del turismo en Zaruma.

Preocupado por la creciente violencia, sugiere que la seguridad no dependa únicamente de las autoridades. “Ellos nos representan, pero no pueden enfrentar esta amenaza solos”, añadió el también líder barrial.

El dirigente sostiene que la participación de los habitantes es crucial no solo para proteger a los residentes, sino también al turismo, una de las principales fuentes de ingresos de la ciudad. “La seguridad es responsabilidad de todos, el turismo beneficia a todos, y no queremos que se vea afectado por estos grupos violentos”, afirmó, subrayando la importancia de la seguridad comunitaria para el bienestar de la población.

Insta a los líderes locales a organizarse. “Reunámonos con todos los líderes barriales y empecemos a fortalecer esas organizaciones, promoviendo el buen uso del tiempo libre y las reuniones familiares”, propuso para mantener a Zaruma a salvo.

EXTRA visitó la parte alta de El Oro y captó el sentir de la gente, además de identificar las áreas que la ciudadanía señala como posibles focos de delincuencia.

“En esta zona ya están Los Lobos desde hace rato. Un amigo me comentó que ha visto gente desconocida en la zona de Salatí (Portovelo) y en Camarones (Piñas). Están armados y no se los puede enfrentar. En Zaruma, las motos pasan de noche, cuando la gente ya se encierra en sus casas”, comentó un residente de Piñas que trabaja en Portovelo.

Portovelo, que limita con Loja, es una zona montañosa que sería atractiva para organizaciones delictivas que buscan territorios propicios para sus actividades, especialmente con la presencia de la minería de oro. Un agente de policía, que prefirió mantener su identidad en reserva, explicó que la mayoría de los uniformados permanecen entre tres y seis meses en la zona antes de ser trasladados.

“En la zona en la que estamos nos cambian para evitar inconvenientes y salvaguardar nuestras vidas”, indicó el uniformado. No obstante, esa protección no alcanza a los residentes, quienes viven con la esperanza de que el problema sea controlado antes de que Zaruma se transforme en una zona de guerra por el oro y el narcotráfico.

A sus 90 años, Gonzalo Rodríguez Calderón recuerda con nostalgia los días de su juventud, cuando la tranquilidad y la convivencia familiar eran los pilares de la vida en Zaruma. Sin embargo, expresa su preocupación por los cambios sociales que, según él, han transformado a su querido pueblo minero en un lugar irreconocible.

“Tengo 90 años, sigo lúcido y con mucha historia que contar, pero el hecho de vivir en un pueblo como Zaruma, que acarrea una historia tan fantástica dentro de la República, me hace reflexionar sobre los cambios que hemos vivido”, explica Rodríguez, quien destaca la importancia histórica de Zaruma, una ciudad fundada dos veces por los españoles, en 1549 y 1585, debido a la riqueza en oro de la región.

“Zaruma no es un pueblo cualquiera, es un pueblo sui generis, enclavado en las crestas de una montaña. Los españoles no querían una ciudad plana y ordenada; llegaron aquí sabedores de que en esta zona había oro”, relata con orgullo. Zaruma, recientemente nombrada ‘Pueblo Mágico’, tiene un lugar especial en la historia de la provincia de El Oro. “Aquí, en la plaza central, se proclamó la provincia de El Oro, y Zaruma fue la primera capital, de hecho, no de derecho”, dice.

Su tono se vuelve melancólico cuando habla de los cambios que ha presenciado en su cantón. “Zaruma se caracterizaba por la tertulia familiar: padres, abuelos, hijos, parientes, conversando, contando anécdotas, historias, leyendas. La tranquilidad de antaño ya no está”, lamenta. “Ahora que Zaruma es Pueblo Mágico, deberíamos sentirnos más orgullosos, pero eso no ocurre. La gente cierra las puertas temprano. Ya no es como antes, cuando se podían dejar las ventanas abiertas sin temor”, señala.

La minería informal ha generado un descontento generalizado. “Nos vino a causar ciertos desbarajustes sociales, angustiosos y dolorosos, cuando aparecieron los socavones, primero el de La Inmaculada y luego el de la calle Colón”, explica Rodríguez Calderón, refiriéndose a los deslizamientos y colapsos causados por la minería ilegal.

Teme que el desorden social de otros pueblos mineros se replique en su sector. “Tememos que un poderío como tal venga a inmiscuirse en lo que son zonas de protección minera de Zaruma”, advierte. “Zaruma, mi Pueblo Mágico, la Sultana del Oro, no debe perder su esencia por la ambición desmedida por el oro”.

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