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Vecinos de La Comuna viven un aluvión de secuelas
El esposo de Lorena Mena murió en el desastre natural. Ella dice que intentó quitarse la vida por su partida, pero sus hijos le dieron fortaleza para que no lo haga.
Lorena Mena entra al baño para darse un duchazo. Prende una pequeña grabadora y sube el volumen de la música a tope. “Es el único momento en el que mis hijos no me escuchan llorar”.
Ella perdió al amor de su vida, el 31 de enero del 2022, durante el aluvión que azotó a los barrios de La Comuna y de La Gasca, en el noroccidente de Quito.
El último recuerdo que tiene de su esposo, Miguel Conza, fue cuando este le avisó que se iba a jugar vóley en la cancha de La Comuna. “Amor, llegaré tarde porque tengo pico y placa”, le dijo a Lorena, pero nunca más volvió.
Este martes 31 se cumple un año de esta tragedia natural que dejó 28 personas fallecidas y 160 familias afectadas, según el Municipio.
Los parientes de las víctimas padecen un ‘aluvión’ de secuelas que les dejó el peor deslizamiento que ha soportado la capital en su historia. Además, aquella cancha y sus alrededores, que antes se llenaban de color por las decenas de familias y comerciantes que iban a compartir tardes deportivas, ahora luce como un desierto en el que se respira nostalgia por la desgracia.
Según el Cabildo, hasta diciembre pasado se ha invertido aproximadamente 9 millones de dólares para el plan de rehabilitación, reactivación y recuperación de los sectores afectados.
Una madre guerrera
Lorena imprimió una foto de su esposo sonriendo, la encuadró y, en una de las esquinas, colocó un girasol, que lo cambia frecuentemente.
Esta permanece en la sala de su casa y todos los días la acaricia. Ella ‘habla’ con la memoria de Conza: “Le pido que me dé fuerzas para salir adelante”. Su voz se entrecorta. Llora. Su hijo pequeño le limpia las lágrimas y trata de consolarla con un juguete.
Conza, un ingeniero geólogo, fue una de las primeras víctimas que arrastró la avalancha de escombros y lodazal durante el aluvión que sucedió pasadas las 17:30.
Lorena recuerda que tres horas después se enteró del hecho en las noticias y llamó desesperada a su esposo, pero nunca contestó. Fue con su hermana a buscarlo en la zona cero, pero todo estaba en tinieblas. Oscuridad. Lluvia. Gritos de personas custodiando los cadáveres de sus parientes.
Luego recorrieron los hospitales adonde eran derivados los afectados, pero no lo hallaron. A la madrugada del siguiente día llegaron a la morgue y Conza estaba en la lista de los fallecidos. “Desde ese día mi vida cambió. Se acabó todo para mí”.
Su semblante es distinto. Ya no sonríe. Mira al suelo. Recuerda. Vuelve a llorar. Dice que se convirtió en el sustento de su hogar porque su esposo era quien los mantenía. Las autoridades le ayudaron con un trabajo como brigadista médica y todos los días lucha para mantener a sus dos hijos de 2 y 10 años.
Sin embargo, su batalla también es interna. Intentó quitarse la vida por dos ocasiones al sentirse sola y sin ganas de vivir. Asegura que no aceptó las terapias psicológicas que le ofrecieron las autoridades porque, según ella, eran esporádicas y necesitaban un tratamiento permanente. “Me atendieron amigos psicólogos”.
Ahora, lo único que le preocupa es quedarse sin empleo porque el que le otorgaron era temporal. Teme que con la nueva administración en el Cabildo no le renueven el contrato.
También le angustia el futuro de sus hijos. Por el momento, familiares le colaboran con el pago de sus pensiones. “Las autoridades ofrecieron que a los niños huérfanos les iban a ayudar con un bono, pero no se cumple todavía”.
Fernando Sánchez, secretario de Inclusión Social del Municipio, indica que se hará seguimiento para dar una respuesta integral a las mujeres que quedaron viudas y a los niños que terminaron huérfanos tras el desastre natural.
En total, dijo que hubo 400 personas a quienes se les ayudó con contención emocional.
Por el momento señala que están ayudando a los jóvenes hijos de las víctimas para que obtengan un cupo en la universidad. Con respecto al contrato de empleo que dieron a algunos damnificados, indica que se revisará su gestión y se los tomará en cuenta como población de atención prioritaria para su renovación.
Sobreviviendo al dolor
Segundo Lara camina con dificultad. Tiene malestar en la rodilla, en la columna y perdió un poco la visión. El hombre realizaba una carrera en su taxi a dos pasajeros cuando ocurrió el aluvión.
Estaba a punto de entrar al túnel que pasa por debajo de la avenida Occidental cuando vio que toneladas de lodo se dirigían a él. Intentó subir a la vereda, pero el vehículo con los tres ocupantes fueron arrastrados por los escombros.
Recuerda que dieron varias vueltas antes de caer, cerca de la cancha de vóley. Los moradores ayudaron a salir a los pasajeros, pero Lara quedó atrapado en el carro. Ahora necesita realizarse tres cirugías en una de sus piernas y en la columna para poder trabajar. Eso le cuesta más de 2 ‘lucas’ y no tiene dinero para solventarlo.
Por si fuera poco, el médico le dijo que no puede intervenirse quirúrgicamente porque le hallaron problemas al corazón y no podría salir vivo de la operación.
Con temor, el morador regresa a la zona cero, luego de casi cumplirse un año de la tragedia. Camina lento. Tiembla. Mira el lugar en el que quedó atrapado y se salvó de milagro. Llora. Señala una gigantografía colgada en las mallas de la cancha de vóley en la que se ve el rostro de las víctimas que fallecieron en la tragedia. “Muchos de ellos eran mis amigos”. Reza.
Lara reconoce que tuvo ayuda de las autoridades durante las primeras semanas en las que recibió kits de alimentos y de salud. Sin embargo, con el tiempo, asegura que se han olvidado de su caso.
El afectado comenta que cada mes gasta más de 300 dólares en medicamentos. Él solventa algo de ese gasto con los $ 200 que recibe de su jubilación. “He tenido que pedir plata a mis hijos y eso me da vergüenza”. Por eso solicita a las autoridades que lo ayuden gestionando con alguna casa de salud para que pueda operarse.
En este caso, Sánchez menciona que las unidades de salud del Municipio no tienen la capacidad que tienen las estatales o del Ministerio de Salud, pero han colaborado en la derivación a algunos centros.
La Secretaría de Salud brindó atención médica a 1.420 personas; 938 psicológicas, 38 psiquiátricas y 338 apoyos en salud nutricional.
Reactivación a pulso
Patricio Sanguña todavía teme que un nuevo aluvión azote su casa. Él y su familia se salvaron de ser enterrados bajo escombros, troncos y agua.
Recuerda que aquel fatídico 31 de enero, él estaba junto a su esposa en el primer piso y vio por la ventana que una avalancha de fango arrastraba su camioneta. Rápidamente llevó a su pareja al último piso y gritó a sus hijos que hicieran lo mismo. Segundos después, el aluvión se ‘tragó’ su casa.
Sanguña hizo cálculos y asegura que perdió más de 60 ‘lucas’ entre equipos electrónicos, su vehículo y daños materiales. Además, se quedó sin ahorros y está endeudado con entidades financieras.
Para solventar un poco la deuda, él y su esposa, Olga Guerrero, montaron un bar-cafetería en el que venden desde salchipapas hasta asados. “Volvimos a resurgir solos y con la ayuda de los vecinos”.
Aclara que no ha recibido ayuda de las autoridades y que le pidieron que facture los gastos en material de reconstrucción, que salió 6 mil dólares, “pero no hemos recibido respuesta”. Desde el Municipio informaron que se invirtió 21.100 dólares en la entrega de materiales de construcción para apoyar la reparación de 30 viviendas afectadas...
La noche de este 29 de enero habrá una misa para recordar a las víctimas y afectados de la tragedia. Entre vecinos, amigos y familiares se darán soporte para superar las secuelas que todavía no se ha llevado el aluvión.