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El hijo de doña Yolanda señala que por los techos de zinc, sus vecinos salían, de esta forma evitaban ahogarse con la humarada.Amelia Andrade /EXTRA

Testigo dice que uno de los quemados parecía zombie, su piel colgaba y estaba en shock

Por el cimbrón de las casas, los residentes del callejón Ñ, entre la 25 y 26, zona en la que estallaron camaretas, pensaron que era un terremoto. Otros creyeron que repetían la historia de la 'pípol' de Calle 8, suroeste de Guayaquil.

Atentado o terremoto, eso fue lo primero que se les vino a la mente a los residentes del callejón Ñ, entre la 25 y la 26, suburbio de Guayaquil. Dicha zona fue el escenario de la explosión de material pirotécnico que causó la muerte de una mujer y dejó heridos a dos hombres.

Ángela Ramos, de 24 años, fue a visitar a su suegra el 21 de noviembre. Estaban por almorzar con dos menores de edad (de 3 y 2 años, respectivamente). De repente sonó la primera explosión.

“Nos pitaron los oídos. Me desesperé, es más me iba a lanzar al estero Salado, pero me acordé que no sé nadar. Mi suegra se puso a orar y decía Jeremías 33:33: Clama a mí y yo te responderé, y te mostraré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” y Dios nos contestó, pues un trabajador de la empresa eléctrica que estaba acá -y no lo conocemos-, me abrazó, cogió a mis dos hijos y nos llevó a la esquina. Con él dejé a mis niños y regresé por mi suegra, quien por los nervios no sabía qué hacer. Tuve miedo de que se forme una onda expansiva”.

La joven afirma que vio a los heridos. “El más joven parecía zombie y estaba en shock, le colgaba toda la piel y se le veía el hueso en una pierna”, dice Ángela y señala su extremidad izquierda.

Esta porción de la Palabra de Dios, la suegra de Ángela la suele repetir en momentos de angustia.Amelia Andrade /EXTRA

En el Hospital Guayaquil están internados Jeremy Banchón, quien tiene quemaduras de segundo grado, en 30% de su cuerpo; y Charlie Villamar con quemaduras de segundo y tercer grado, un 39 %.

Su suegra indica que al chico le salía humo de la boca y su cabello estaba ‘chamuscado’. 

“Lo sacaron en tricimoto, no fue la ambulancia. Los que más ayudaron fue la Policía Nacional, ellos sacaban agua del estero; subieron a la casa de segundo piso y de arriba tiraban los sacos de camaretas, parece que arriba las tenían almacenadas. Los bomberos lo que hicieron fue hacer un pilo de la pirotecnia y la mojaron para disolver los químicos”, expresa la veinteañera, quien afirma que de las casas afectadas (las más cercanas a la explosión) sacaban a los niños por los techos de zinc.

Del otro herido, Ángela asegura que también le colgaba la piel, tanto del rostro como del pecho. La joven testigo estaba en una vivienda diagonal al domicilio que estalló por el ‘camaretazo’.

"Gente de otros sectores lo sintió. Mi suegro estaba cogiendo cangrejos y en el manglar escucharon las explosiones. Él estaba agua adentro, muy lejos". 
Ángela Ramos, visitante del sector
Tumbados, ventanas, lámparas de casas cercanas al ‘camaretazo’ se vinieron abajo.Amelia Andrade /EXTRA

Alergias y subidas de presión

Yolanda Espinoza vive detrás de la zona de la explosión. Ella y sus parientes son alérgicos e indica que el humo y polvo invadieron su casa. “Se me subió la presión, mi nieta faltó a clases, pues su alergia crónica se agravó. La casa se remeció. Mi hijo sacó el tanque de gas y bajó los breakers de luz, teníamos miedo de que todos voláramos”, precisa la adulta mayor.

Un morador revela que a una familia del sector ‘se la tienen jurada’, desconoce los motivos, y pensó que el 'boom' que escuchó era el cumplimiento de esa amenaza.

Esperanza López, de 76 años, sostiene que el momento en el que fue el estallido, su casa se remeció, ella salió corriendo, pero como el piso de su vivienda es irregular, cayó de rodillas y su vástago, Byron Ramírez, se le fue encima.

“Yo tengo osteoporosis y esa caída me fregó la rodilla. Mi hijo, diabético y epiléptico también se asustó. De lo que oí, por medio de una comadre, a la difunta la embalaron. Ella era casera, no salía mucho”, finalizó la moradora del sector, cuyos habitantes pensaron que ellos repetían la triste experiencia de la ‘pípol’ de Calle 8, del Cristo del Consuelo, zona que sufrió un atentado explosivo, el pasado 14 de agosto.

“En mi casa se cayó el tumbado y las lámparas. Por los techos los vecinos salían para no ahogarse con el humo”.Yolanda Espinoza, moradora
Doña Esperanza se cayó al tratar de correr por el estallido. Ella y su hijo, quien sufre de epilepsia se asustaron por la explosión.Amelia Andrade /EXTRA