Exclusivo
Actualidad
Tatuadores están marcando la piel y su territorio
Controversia en el mundo del tatuaje. Las nuevas escuelas provocan un dilema: si el arte se convierte en negocio o se profesionaliza.
Crhistian Guzmán repasa con una máquina de tatuar el boceto de un colibrí impregnado en un pedazo de piel de cerdo de unos 20 centímetros cuadrados. Respira lento. Mueve la muñeca con precisión. Se concentra. Vuelve a respirar. No quiere salirse de la raya ni tener una mala calificación.
El joven, de 20 años, anhela convertirse en un tatuador profesional, pero tenía un dilema: aprender en estudios de tatuajes o en las nuevas academias en las que enseñan el arte de marcar la piel.
Licenciado en artes plásticas
No sabía qué camino tomar. Él conoce que hay un ‘pitote’ en el gremio de tatuadores por la aparición de estos centros educativos.
Unos están en contra porque aseguran que estos lugares se convirtieron en un negocio y se olvidaron del arte. Mientras tanto, quienes estudian y enseñan en las escuelas enfatizan que es la mejor manera para profesionalizar esta práctica y ‘soñar’ con su legalización en el país.
Tinta o plata
Guzmán decidió seguir un curso en la Escuela de Arte, Diseño y Arquitectura MIEC, en el norte de la capital. Y quiere que el esfuerzo valga la pena. Él viene de Santo Domingo de los Tsáchilas. Es diseñador gráfico. Solo trajo una maleta de ropa y su laptop porque debe entregar trabajos. Vive en la casa de un primo hasta acabar el curso.
Mientras mete la aguja en un recipiente de unos 10 centímetros, denominado ‘cap’, y que contiene tinta azul, Guzmán menciona que su anhelo como profesional es conocer nuevas áreas del arte y perfeccionarlas.
Eligió una academia porque, según él, es el camino más corto para llegar a su objetivo. Ha escuchado que en los estudios de tatuajes “debes hacer de todo para que te suelten la máquina”.
Diego Granja, artista tatuador por más de ocho años y conocido en este gremio como Diex, está de acuerdo con el estudiante. Él también es diseñador y aprendió a marcar la piel a lo ‘vieja escuela’: en un estudio de tatuajes.
Granja menciona que pasaron casi dos años para agarrar la máquina y marcar la piel de un cliente. Reconoce que durante ese tiempo hizo cosas que no estaban relacionadas con el tattoo, como depositar el dinero del dueño o comprar snacks en la tienda.
Sin embargo, durante ese tiempo, aprendió todo lo relacionado al tatuaje, desde atender al cliente hasta armar y desarmar una máquina de bobinas... “Me pasaba horas viendo cómo tatuaban y practiqué en piel sintética antes de tener mi primer cliente”.
Granja no está en contra de las escuelas, pero considera que su aparición ha provocado precarizar esta labor.
El artista menciona que a su estudio de tatuajes, ubicado en La Isla, sur de la ciudad, han llegado varios estudiantes de escuelas a buscar trabajo, pero, según él, no tienen el conocimiento.
“No tienen técnica ni saben de estilos”. Granja añade que para ser un artista en esta rama, por lo menos se debe tener un gusto por el dibujo o el diseño. “Por la premura de ser un tatuador están prostituyendo el arte”. Además, dice que algunos se ponen estudios y cobran muy barato, provocando una competencia desleal.
Profesionalización
Guzmán apaga la máquina. Se levanta la manga izquierda y muestra una especie de estrella tatuada en su muñeca. Dice que es una rosa y que él mismo se la tatuó cuando tenía doce años. Sacó el motor de una grabadora para hacer la máquina y se marcó la piel con tinta china. Por eso también eligió estudiar en una academia. Considera que es mejor aprender, de profesionales, temas delicados como el tratado del cuerpo humano.
En el curso también recibirá clases por parte de una doctora sobre temas de laceración de piel, bioseguridad, cómo trabajar con sangre sin correr el riesgo de infectarse de alguna enfermedad, sobre todo, en la actualidad, con la pandemia del coronavirus.
En el aula de a lado, Anaís Rosero colorea la pupila de un ojo humano en una hoja de papel bond. La joven, de 20 años, decidió entrar a la escuela porque quiere experimentar otras ramas del arte. Es cantante y multinstrumentista. Todo lo aprendió autodidactamente, pero tatuar quiere hacerlo desde las bases porque no sabe dibujar.
“Quiero dejar mi marca en la piel de las personas”, precisa.
Su profesor, Óscar Morales, no es tatuador, sino licenciado en artes plásticas. Su misión en la escuela es enseñar las técnicas del dibujo y la teoría del color. Para él un artista en el tatuaje no solo debe ser alguien que imprime una plantilla y repasa una aguja por encima. “Debe conocer matices, profundidad, geometrización...”.
Vinicio Tipán es un tatuador independiente. Trabaja más de 10 años en esta rama y considera que la aparición de estas academias ha sido una burla para el artista que se dedica a esto como una pasión. Asegura que están haciendo un daño al “vender una falsa ilusión a los jóvenes” de que se puede marcar la piel sin más.
Tipán añade que, como en todas las expresiones del arte, para tatuar se necesita una especie de don, en este caso para dibujar. También hay que ser creativo y tener gusto por trazar líneas y colorear. Pero sobre todo, el tatuador indica que se necesitan años de experiencia para que se pueda marcar un estilo y pulir la técnica.
El artista, de 39 años, también resalta que en cualquier obra se pretende transmitir una emoción, y más aún, cuando el lienzo es la piel de una persona. “El cuerpo es sagrado y hay que tenerle respeto”.
Por eso cree que estas academias no formarían artistas, sino ‘robots’ que quieren ganar dinero en el mundo del tatuaje.
Daniel Naula, director de la escuela MIEC, aclara que a los estudiantes se les explica desde un inicio que con ese curso no serán profesionales, pero que pueden iniciar su carrera como tatuadores conociendo las técnicas básicas y, sobre todo, de manera práctica.
El director resalta que la intención de estas escuelas es profesionalizar esta rama porque cuando aprenden en estudios, según él, no siempre obtienen el conocimiento real o completo. “En el país existe un celo profesional”, asegura.
Tanto es así que dentro del gremio, los profesores que imparten clases en estas escuelas no dan sus nombres por miedo a represalias de sus compañeros tatuadores.
Uno de ellos señala que le hubiese gustado aprender en una escuela para no cometer errores y que el cliente no se vaya con una mala impresión del tatuaje.
Mientras tanto, Guzmán prende de nuevo la máquina y el sonido se pierde con la canción ‘Can’t be touch’ del rapero y boxeador Roy Jones Jr., que sale del altavoz del celular de uno de sus compañeros.
Se concentra nuevamente. Su meta es ser un ‘ducho’ en el estilo de tattoo denominado blackwork.