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Sauces 9: ‘Explosión’ de nervios entre moradores y comerciantes
La alarma de bomba que se dio este 30 de marzo, en la ciudad de Guayaquil, afectó a la 'pipol' financiera, social y psicológicamente.
Cuando el gobernador del Guayas, Francesco Tabacchi, arribó a la zona, un vendedor a media cuadra del mercado Sauces 9 (del lado de la avenida Antonio Parra Velasco) ‘pegó’ un grito: “¡Queremos trabajar!”. Otros lo apoyaron.
Y es que la alerta de amenaza de bomba en este sector del norte de Guayaquil, este 30 de marzo, hizo que uniformados comunicaran a los ciudadanos que sus negocios debían de cerrar y que quienes estaban dentro de casa no podía salir.
Asimismo, fueron evacuados los comerciantes del centro de abastos del área. “El administrador nos informó y colaboramos por nuestra seguridad”, dijo José Llerena, quien no quiere contabilizar las pérdidas, pues considera que la vida es primero. “Tenemos productos del día, pero hay la orden de no atender hasta mañana (31 de marzo)”, añadió.
Juan (nombre protegido) opinó que la gestión de las autoridades tardó demasiado y eso perjudicó su bolsillo. “Yo vengo temprano a Bastión para abrir mi picantería y atiendo hasta las 13:00. Imagínese, son las 12:00, ¿qué voy a atender? Solo en este día perdí unos mil dólares, encima pago alquiler y servicios básicos”, expresó el hombre, de unos 60 años.
Stalin Bone, quien labora como mensajero, estaba sentado en una vereda de un local cerrado, esperando que se reactive la zona. Aseveró que no había podido rodar con su moto ni realizar los pedidos, por el suceso. “He dejado de ganar de 15 a 20 dólares. Para unos eso será poco, pero para mi familia es el dinero de la comida”.
Ana Vallejo, moradora de 45 años, aprovechó que abrió una tienda ubicada frente al mercado. “Son las 12:00 y recién puedo salir a comprar y cocinar para los míos. Aunque me daba temor dejar la casa”, admitió Ana.
Una ‘veci’ de ella, quien no quiso identificarse, expresó que lo sucedido afectó a todos, a la víctima, los vendedores y los residentes.
“Hay tres afectaciones. Primero la financiera, pues se dejó de vender. También dejamos de hacer nuestras actividades cotidianas (trabajar, estudiar), no se podía salir de las viviendas. Y la peor, la afectación psicológica, ya que si eso le hicieron a un guardia, lo pueden hacer con cualquiera”, comentó aterrada.
Por su parte, Carlos Gavilanes, quien tiene 30 años viviendo en el sector, manifestó desde unas rejas situadas en una vía peatonal cercana al mercado: “Una vecina me comentó que quería llegar a la casa y estaba cercado. Salí y vi un carro de bomberos, asumí que era un incendio; luego me enteré de que era una amenaza de bomba”.