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¡Santuario bajo llave!
Comerciantes señalan que los echaron a la fuerza del pretil de la iglesia de El Quinche y perdieron mercadería en ese proceso. Les colocaron rejas.
Varios miembros de la Asociación de Comerciantes de Objetos Religiosos de El Quinche, al nororiente de Quito, recogían los escombros que quedaron de sus casetas luego de que fueran retiradas a la fuerza del pretil de la iglesia. Querían levantarlas de nuevo...
Sandra Toapanta, una de las socias, contó a EXTRA que la madrugada del viernes unos 30 hombres removieron sus puestos de trabajo a empellones. “No pudimos hacer nada, estaban resguardados por un contingente de policías”.
Los 40 vendedores veían desde el otro lado de la reja, colocada el 22 de julio, cómo sus productos caían al piso: los brazos de las vírgenes y santos pisoteados; las estampitas destrozadas. Todo en medio de un fuerte aguacero.
Los uniformados colocaron vallas en las esquinas del parque para impedir el paso de los comerciantes, quienes tienen 60 años laborando al lado de la iglesia, cuyo año de construcción data de 1924.
Las lonas que cubrían los kioscos y los pedazos de madera con los que se construyeron todavía están sobre la acera junto al templo.
“Somos parte de la tradición religiosa que también fue declarada Patrimonio”, dijo William Guañuna, otro de los afectados.
La orden la habría dado el padre Javier Piarpusán, párroco de El Quinche. EXTRA solicitó una entrevista con el religioso, pero desde el despacho parroquial manifestaron que no daría declaraciones.
Sí publicó un vídeo en la página del santuario, el 19 de agosto, en el que pedía a los comerciantes que se reubicaran. Y que se les había asignado la calle 10 de Marzo. “Por favor, el pretil y el santuario son patrimonio, dejen que los peregrinos disfruten de estos lugares. Pensemos en todos”, difundió el religioso.
Según Piarpusán, el retiro de los comerciantes de la parte frontal de la iglesia es uno de los pedidos del Comité de Operaciones de Emergencia Nacional (COE) para reabrir el templo. Aunque ya funcionaba desde hace varias semanas.
El sábado, quienes controlaban el ingreso y tomaban la temperatura a los visitantes, anunciaban el inicio de la misa del mediodía.
Indignación
“Nos botaron como si fuéramos basura, nos lanzaron policías como si fuéramos delincuentes. Nos sentimos atropellados”, dijo Carmen Sampedro, también comerciante. Ella lleva 20 años en el oficio de vender objetos religiosos.
La mayoría de sus compañeros son personas de la tercera edad que pasaron sus vidas en el pretil de la iglesia. Aprendieron el oficio de sus madres o crecieron entre los escapularios y las velas que están cuidadosamente sobre unas tablas azules.
En julio, Piarpusán les notificó del desalojo. Y enseguida colocó puertas al ingreso. Los comerciantes hicieron un plantón para reunirse con el párroco y llegar a un acuerdo.
El cura insistió en su comunicado que las reglas para reactivar el turismo religioso son claras: no está permitido ningún tipo de venta en los alrededores de la iglesia.
Contrario a las declaraciones del párroco, los comerciantes explicaron que no hubo mesas de trabajo, ni reuniones ni socializaciones, que solo fueron notificados que deben salir del espacio, el que les ha permitido sostener 40 hogares.