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La revelación de una cantante guayaquileña que fue extorsionada durante siete meses
Los ‘vacunadores' en moto sabían a qué hora salía de casa, conocían los lugares a donde se dirigía. Amenazaron con violarla a ella y a su hija
A Claudia (nombre protegido), el ruido de cualquier moto le causa un gran temor, incluso en su nuevo lugar de residencia, donde ya no está expuesta al origen de su “trauma”: las extorsiones.
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“Todavía no puedo estar tranquila si escucho el motor, pero me doy cuenta de que ahora eso no representa un peligro, sino que es una Harley (Davidson) con un hombre barbudo y feliz que disfruta su tiempo libre”, dice la guayaquileña, quien hasta diciembre de 2023 se desempeñaba como cantante y mánager de talentos.
Todo comenzó con una ‘vacuna’ que primero llegaba por teléfono y luego escaló a ataques con armas y amenazas. “Llegaron al punto de decirme el nombre de mi hija, el colegio donde ella estudiaba, sus horarios y que hasta nos violarían”, recuerda.
Desde agosto de 2022, recibía llamadas en las que una persona, que se identificaba como un integrante del GDO (Grupo de Delincuencia Organizada) Los Lobos, la atemorizaba. “A la primera llamada contesté porque sabía que podía ser un cliente. Mi número siempre estuvo disponible en mis redes sociales porque era mi medio de contacto. Cuando contesté, me dijeron mi nombre y respondí ‘sí’, a lo que me replicaron ‘somos de Los Lobos’. Apenas escuché eso, colgué la llamada”.
La artista acudió a la Fiscalía de La Aurora para presentar una denuncia, pero el agente que la atendió se “burló” de ella. “Me dijo que descargara Truecaller (una aplicación para identificar llamadas) y que para que aceptaran la denuncia debía tener más pruebas. ¿Acaso debía tener una pistola apuntándome a la cabeza para que me creyeran?”, dice indignada.
El punto de quiebre fue el 10 de marzo de 2023, cuando salió de su hogar y, mientras se dirigía a uno de sus espectáculos, dos motocicletas la interceptaron. “Se me acercó una (moto) por cada lado. Me exigieron mil dólares. Quedé completamente nerviosa”.
Terminó pagando. “Era eso o mi vida”, sentencia.
A lo largo de nueve meses, entregó un total de 7 mil dólares. Algunos pagos eran de menos de mil, otros eran completos. “Ellos no me daban una cuenta para transferir, sino que cada vez que salía de mi casa sabía que debía llevar el dinero porque, de alguna manera, sabían dónde estaba y me interceptaban”.
Llegó a refugiarse en la vivienda de una de sus hermanas, dejó de enviar a su hija a clases y casi evitaba cualquier contacto con amigos.
Claudia dejó el país. “Yo no quería irme, pero estuve obligada. Me aceptaron la denuncia por extorsión cuando la presenté, aunque llena, porque decían que era una mentira, ya que muchas personas están utilizando esa estrategia para vivir legalmente en otro país”.
Asegura que ha tenido que empezar de cero en su nuevo lugar de residencia, ya que tampoco puede dedicarse a lo que hacía en Ecuador por temor a que la encuentren en las redes sociales y ataquen a su familia en Guayaquil.
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