Andan ‘chiros’, pero bien ‘encachinados’... La moda de las réplicas triple A ha despuntado desde hace algún tiempo en Quito. Y eso lo sabe bien Margarita Sánchez, aunque ella prefiere que la llamen La Gatita. Con ojos verdes y harta pinta, esta mujer se pasea, una mañana de junio, por el centro comercial Parqueadero La Merced. ¡Está de ‘chopin’!

Entra en un local de ropa, donde Nancy Pérez la recibe. La Gatita dice que llegó desde Lagatazo, en el sur, hasta este lugar situado en el centro. No importa la distancia, asegura, si se trata de conseguir prendas de calidad y, por supuesto, a precios baratos. Pero ¿qué tiene esta ropa que la vuelve tan apetecida?

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Según La Gatita, hay camisetas ‘Adidas’ que cuestan hasta 15 dólares, pero que en tiendas de marca de otros centros comerciales podrían costar más de 35. Hay un detallito: son piratas. Es decir, no son las originales, aunque parezcan. Y ese es el truco –debajo de la manga– de esta moda triple A.

No es un secreto para nadie que en el Parqueadero La Merced haya locales en donde venden camisas, jeans y hasta zapatos réplicas. Nancy, por ejemplo, habla de las camisetas ‘Tommy Hilfiger’, que están entre las más buscadas. Ella dice que son hechas con algodón peruano y colombiano, y que la mercadería la traen de afuera. “Es algo bueno, bonito y barato”, añade

Los clientes se van felices, como La Gatita, que esta vez compró una chompa para regalar. Ella insiste en que no solo es por el precio, sino por la atención que le da Nancy, la vendedora. Ambas coinciden en que el ecuatoriano puede vestir bien y no gastar tanto billete. ¡Eso sí, con ‘cachina’ que no es fina!

HAY ZAPATOS HASTA DE BAD BUNNY

De camino por el Centro Histórico, hay locales que ofrecen réplicas triple A, por ejemplo, de los splash de ‘Victoria Secret’, uno de los productos más consumidos por las mujeres. En la tienda los venden en 11 dólares, mientras que los originales cuestan 28 dólares en el país.

La vendedora, quien no se identifica, afirma que las copias las hacen en Estados Unidos, de donde provienen los splash. Quién sabe.

No es lo único. Hay mochilas de marcas reconocidas, maquillaje y –aunque usted no lo crea– hasta copias exactas de estuches de celulares originales. Los llaman estuches semioriginales. Pero hay algo que es mucho más apetecido que cualquier otra cosa: los zapatos deportivos.

Frente a la Plaza del Teatro, en el centro comercial Gran Pasaje, está la tienda de Carlithos, cuyo nombre de pila es Javier Semblantes. Es famosísimo en TikTok por ofrecer los modelos de zapatos más icónicos, entre ellos, los de Bad Bunny, Chucky, Goku o los que sea… Pero ninguno original.

“Por la economía del país, la clase media no puede darse el lujo de gastar 500 o 600 dólares en un par de zapatos”, señala Carlithos. En Ecuador, según estadísticas del INEC, la clase media representó apenas el 7,7 % de la población en 2022. El sueldo promedio es de 849,29 dólares al mes.

Difícil dejar al mes –sin endeudarse– tanto billete para comprar, por ejemplo, unos Jordan, que en el mercado podrían costar hasta 400 dólares, pero que en los locales donde venden réplicas los ofrecen hasta en menos de la mitad.

Carlithos explica que en los zapatos hay réplicas nacionales, triple A y una categoría que está por encima de las anteriores: ‘top quality 1.1’. Según el vendedor, “estas últimas salen de la fábrica de los originales, pero tienen algunos defectos”. Quizás sí. Quizás no.

La mercadería la traen desde China, Vietnam o Panamá, cuenta. Y para entrar en este negocio, asegura, se deben tener los contactos.

En el local, el tiktoker muestra las diferencias entre un zapato original y una réplica barata. Hay varias, además de la calidad: otros diseños y colores, los cosidos son artesanales e, incluso, hay puntas que tienen formas extrañas. ¿Pero importa? No. Al menos no a quienes no se fijan en detalles, sino en el billete.

Lo que sí importa es el ‘regateo’, menciona Carlithos, quien también viste de ‘cachina falseta’ (menos su gorra). Su look completo le costó unos 160 dólares, pero si sus prendas fueran originales llegaría hasta los 560 ‘latas’.

‘ENCACHINADOS’

Por el pasillo del centro comercial Gran Pasaje se pasean tres panas con estilo urbano y mucho ‘flow’. Entre ellos está Diego Cupuran, un ‘pelado’ que compra todo ‘falseta’, dice. Ropa, zapatos, chompas… Y acaba de adquirir unas zapatillas Nike que le costaron 60 dólares (las originales, mínimo 110).

“Uno puede quedar bien guapo con poco presupuesto”, admite Diego, quien se aleja tras una carcajada.

A unos kilómetros de allí, en el centro comercial Nuevo Amanecer, está Leticia Orbe, la presidenta. Ella asegura que allí se vende buena mercadería, para garantizar que el cliente salga satisfecho. Sin embargo, lamenta que ni siquiera las réplicas puedan devolverles las ventas que tenían antes de la pandemia.

A Leticia le llega la mercadería por DHL (un sistema de envío). ¿De dónde? Quién sabe. Pero los pedidos cada vez son más reducidos. La razón no es solamente la crisis económica que enfrenta el país, sino también la falta de control de las ventas ambulantes en los exteriores del lugar, en el centro.

Por eso, otras personas que se dedican a la venta de réplicas triple A han optado por promocionar por las redes sociales. “Carteras, bolsos, mochilas, monederos réplicas triple A, importadas en Quito, hasta 50 dólares por unidad”, advierte una página de un almacén en línea.

También hay tiendas en línea, a través de Facebook, que ofrecen estas prendas desde otras ciudades, como Guayaquil.

¿ES UN NEGOCIO LEGAL?

Marcos Mackliff, licenciado en Negocios Internacionales y gerente de Comercio Exterior y Aduanas de CBMM, una empresa dedicada al servicio logístico a nivel nacional, explica que los productos réplicas o genéricos tienen muy buena acogida. “Se puede decir que sus componentes son semejantes a los productos originales”, añade.

Sin embargo, la carga ingresa al país bajo un canal de aforo automático. Es decir, que solo se paga la liquidación y se libera. Por tanto, no es chequeada por ningún funcionario de Aduana. “Entran de manera ilegítima hasta el momento en que son reguladas por los entes encargados”, señala.

Para Mackliff, es un negocio informal que da buenos resultados económicos y que deriva de la escasez de oportunidades laborales en el país. “Por eso, muchas personas lanzan este tipo de emprendimientos, y realizan compras en Perú, Colombia o China, este último fabrica muchos productos réplicas”, afirma.

Quienes podrían realizar un proceso de demanda serían las marcas. Pero sería un desgaste, pues la mayoría son internacionales y la actividad de los comerciantes “no suma ni resta” para estas.

Tampoco podrían ir a la cárcel aquellos que se dedican a esta labor, pero sí están expuestos a recibir sanciones administrativas por entidades como el Departamento de Propiedad Intelectual o el Ministerio de Producción, Comercio Exterior, Inversión y Pesca (Mipro).

EXTRA contactó a la Cámara de Comercio de Quito para conocer sobre este negocio; sin embargo, hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.

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