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Según los residentes, hay zonas más críticas en las que se concentra la inseguridad.GUSTAVO GUAMÁN

En La Tola: ¡Del paraíso al infierno!

Los vecinos aseguran que el lugar ha sufrido una transformación. El arte y la música fueron reemplazados por el alcohol, la inseguridad y el miedo.

Hileras de casas despintadas, con hollín y vidrios rotos forman parte del paisaje. La Tola huele a abandono. Atrás quedaron los años de gloria de este emblemático sector del Centro Histórico de Quito.

Ese semillero de artistas, del que surgieron la cantante Paulina Tamayo y el guitarrista Homero Hidrobo, se convirtió en una fuente de inseguridad, chupadero y terror.

Los artistas populares fueron reemplazados por otros, pero el ‘talento’ de los invasores no es la guitarra, sino el cuchillo.

La mañana del sábado 8 de octubre la calle Chile se llenó de espectadores. El asesinato de Galán congregó a los residentes detrás de una cinta amarilla. En primera fila. Pero el ‘show’ no terminó ahí. La policía aún no localiza a la Chimuela, sospechosa del hecho de sangre.

Han hecho varios allanamientos para encontrarla. Le pisan los talones, aseguran. La colombiana mantiene aterrorizados a los residentes del barrio. Su más grande destreza es pasar desapercibida. Nadie sospecharía de aquella mujer delgada y bajita que “parece ni siquiera resistir un empujón”, coinciden los residentes. Sin embargo, saben que es peligrosa...

El último sábado, Galán fue asesinado en la calle. La Chimuela es la sospechosa.RENÉ FRAGA

Como el cáncer

Pero la Chimuela es solo uno de los personajes de esta trama de inseguridad. Borrachos, cantinas y muerte también plagan La Tola.

Los vecinos dicen que fue como “un cáncer”. Empezó en la antigua gallera de la calle Calixto, hasta hacer ‘metástasis’ en cada uno de los rincones del barrio.

No todos sobrevivieron a la ‘enfermedad’. Los residentes más antiguos se extinguieron y muchos armaron maletas y migraron a zonas un poco más amigables. Los letreros de “Se vende” empapelan las viejas casonas coloniales.

Verónica Pérez debió quedarse. Su último hijo aún está en un colegio del sector. Ella trata de evitar que se desvíe.

"Hay una vivienda en particular, a la que llaman la ‘casa del Chavo del 8’. Parece la vecindad. Ahí hay de todo: drogas, alcohol y ladrones”.Verónica Pérez

“Le voy huyendo a la delincuencia y a los vicios. Me he cambiado de casa un montón de veces. Cuando una calle se vuelve peligrosa, yo buscó otro lugar para rentar”.

Pero sus precauciones no la salvaron del todo. El mayor de sus retoños se infectó con ese fenómeno. “A veces desaparece 15 días. Llega sucio, con barba. Ha sido duro”.

Los invasores

En las calles los libadores se amanecen. Algunos vecinos les proveen el licor.GUSTAVO GUAMÁN

Nuevos inquilinos se apoderaron de La Tola. Ya no están organizados. Los dirigentes barriales prefieren ceder sus puestos, cerrar sus puertas y mirar a otro lado.

Muchos coinciden en que a veces son los propios vecinos los que contribuyen con la inseguridad. La necesidad los ha volcado a vender alcohol artesanal. De allí se derivan riñas, robos, drogas y miedo.

"La gente está preocupada por los ladrones. Se quejan. Es mejor cuidarse uno mismo. Cuando yo debo salir, dejo hasta el celular”.Vicente Núñez

“Uno sale para lo estrictamente necesario. Es mejor no exponerse”, cuenta Vicente Núñez, quien tiene dos décadas en el lugar. Todo ha cambiado. Las calles parecen una escena de película de terror: desoladas, sucias, descoloridas, con ebrios que amanecen en las veredas.

A Núñez lo invade la nostalgia. Recuerda esos días en los que su paisaje era otro, con chiquillos jugueteando en su Tolita querida.