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El rescate se realizó cabina por cabina. Los bomberos se treparon a los cables para asegurar las poleas y las sogas para bajar a los usuarios.Karina Defas

Quito: Las once horas de terror colgando en las cabinas del Teleférico

A pesar de que la avería del sistema se reportó a las 16:30, la operadora no avisó a tiempo a emergencias. El alcalde de Quito clausuró el lugar

“Los héroes aquí son los bomberos. Muchas gracias”, dijo Fabián Cando y alzó los brazos como señal de victoria. Él es una de las 27 personas que quedaron atrapadas en las góndolas del Teleférico de Quito. Para cuando lo bajaron, ya habían pasado 11 horas.

Este profesor de cooperativismo de 50 años y su amigo Byron Cando decidieron sacarse el estrés cotidiano subiendo a la cima del Ruco Pichincha, a 4.696 metros sobre el nivel del mar, en compañía de su perro Nicolás. “¡Qué experiencia! Y nosotros que queríamos relajarnos”, comentó entre risas.

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Ellos estaban en la cabina 13, entre las torres 5 y 6. A pesar de que el sistema se averió a las 16:30 del jueves, las labores empezaron a las 20:00, pues la empresa encargada no dejó que los rescatistas intervinieran pronto.

“No nos decían nada, yo llamé a un número que está en la cabina y dijeron que ya iban a arreglar. Después nosotros llamamos al 911”, explicó. Hasta tanto, las provisiones de agua y de tostado se iban terminando. Los amigos cruzaron los dedos para que no les dieran ganas de ir al baño, porque ahí sí todo se habría complicado.

El can Nicolás permaneció con sus dueños en la cabina.Karina Defas

LA ANGUSTIA

Quienes se quedaron en las cabinas no fueron los únicos afectados. En la parte de arriba se quedaron 47 personas más. La mayoría, al ver que no había una rápida solución, caminaron por los chaquiñanes hasta la entrada del Teleférico, cerca de la avenida Mariscal Sucre. La ruta toma al menos tres horas.

Los rescatistas, en camionetas, subieron lo más posible a la montaña para interceptarlos y llevarlos a buen recaudo en el hall de las boleterías. Allí les revisaron los signos vitales y los cubrieron con mantas térmicas. Ningún usuario tuvo heridas o descompensaciones. “Fue un buen susto y el miedo de perdernos por ahí”, dijo una señora que llegó con sus hijos, pasadas las 21:00.

Mientras tanto, en redes sociales los familiares y amigos buscaban ayuda y explicaciones. Los audios y videos de las personas que quedaron suspendidas en el aire empezaron a circular. La neblina hizo que los nervios de la mayoría se pusieran a tope. “No se ve nada, no sé cómo les van a encontrar”, repetía una mujer que salió de su casa en busca de su hija.

No se registraron personas heridas o con descompensaciones, pero fueron atendidas con mantas y bebidas calientes.Karina Defas

Debido al frío, algunos grupos se abrazaron entre sí para mantener la temperatura corporal. Hubo varios niños que se mostraron más nerviosos. Ellos fueron contenidos por los adultos.

RESCATE DE PELÍCULA

A pesar de las dificultades del clima, porque también empezó a llover, el plan se trazó rápidamente. Había que encontrar las torres que sostienen los cables y desde allí acceder a las góndolas.

Unas 60 personas atendieron la emergencia, entre paramédicos, equipos de alta montaña, monitoreo aéreo con la unidad de drones del Cuerpo de Bomberos de Quito, Grupo de Operaciones Especiales (GOE) y el Cuerpo de Agentes Metropolitanos.

Varios equipos se desplegaron por las faldas del Pichincha para bajar a los usuarios, que estaban a unos 50 metros de altura. Los bomberos subieron por las torres y se deslizaron con cuerdas hacia las cabinas. Allí aseguraban las poleas para unirlas a los arneses. “Se hace un anclaje con línea de vida para que sea seguro y el compañero los baja muy despacio”, explicó uno de los bomberos del operativo.

A las 02:55 de la madrugada se terminó el operativo. Las últimas 10 personas fueron rescatadas cuando el sistema se puso en funcionamiento nuevamente.

Los ‘bodys’ (como se decían) de la cabina 13 decidieron poner la mejor actitud frente a la situación. Aun así, cuando los bajaron no pudieron evitar que su voz se quebrara y que sus ojos se humedezcan por las ganas de llorar. “Hicimos juntos la conscripción, estuvimos en la Guerra del Cenepa, pero esto es realmente algo para contar a los nietos”, remató Byron.

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