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En Quito estarían torturando perros como un entrenamiento para criminales
El maltrato animal en la capital ha incrementado en comparación a 2023. Bandas delictivas estarían detrás de todo esto
Son apuñalados, ahorcados, les sacan los ojos, les hacen incisiones en su cuerpo con vidrios para meterles piedras, los violan, los apalean, son torturados, los meten moribundos dentro de fundas y los botan en potreros.
Así han sido encontrados decenas de perros en las últimas semanas, según los reportes de fundaciones animalistas y de la Unidad de Bienestar Animal (UBA) del Municipio de Quito.
Los datos de esta entidad señalan que en todo el 2023 se recibieron 164 denuncias por maltrato animal y en lo que va de este 2024 se han registrado ya 273 alertas. Esto significa un incremento preocupante en esta problemática (ver infografía).
Lo más alarmante es que muchos de estos casos estarían relacionados a bandas criminales. Al parecer, sus miembros cometen estas atrocidades como parte de su preparación en el mundo delictivo y también para sembrar terror en la sociedad.
Andrea Lascano es activista y fundadora de la fundación Patitas Felices. Uno de los últimos casos que más le conmocionó fue el de una perra pitbull a quien la encontraron al borde de la muerte y colgada de un árbol. La habían apaleado y lanzado piedras con la intención de matarla. Sucedió en febrero, en el barrio de El Troje, sur de la ciudad.
La semana pasada, en el sector de La Argelia rescataron a una cachorrita a la que le habían apuñalado. Cerca de ahí también encontraron a una perrita a la que le habían sacado el ojo izquierdo.
“Lo más frecuente en el sur de la ciudad es ver animalitos apuñalados con cuchillos o macheteados. También recibimos perritos que han sido violados”, comenta.
Lascano señala que su organización recibe a la semana, al menos, cinco casos de maltrato animal con violencia extrema. Según ella, hay muchos que no se reportan porque los animalitos no logran sobrevivir a las atrocidades a las que los someten.
Personas trastornadas
José Paredes, jefe subrogante de inspección y control de UBA, señala que existe una diferencia entre mala tenencia de un animal de compañía y maltrato. Según el funcionario, la primera es cuando el tutor del perro no conoce de su cuidado y, por ejemplo, lo tiene en una terraza pequeña, no lo hace socializar con otros canes, no lo vacuna... En estos casos, el implicado puede educarse y adecuar su conducta para mejorar la relación con su mascota y darle un mejor estilo de vida.
Por otro lado, el veterinario y zootecnista indica que el maltrato hacia una mascota se deriva de un daño psicológico en la persona que no se puede cambiar. “Quienes maltratan a un animal de compañía, en un futuro pueden maltratar a humanos”, asegura.
Paredes enfatiza que en la mayoría de casos en los que las personas han aplicado extrema violencia a los animales se ha determinado que su accionar se da a causa de los problemas intrafamiliares que viven en el hogar. Agrega que hay estudios que señalan que las personas que tratan cruelmente a sus mascotas pueden convertirse en asesinos potenciales.
El caso que más le marcó en los cuatro años que trabaja en la entidad fue la muerte de Spike, un husky siberiano que fue ahorcado por una señora, en La Argelia.
Ella fue sentenciada a tres años de prisión por matar al animal. Lo que más le sorprendió a Paredes fue que durante la indagación se determinó que la mujer solía motivar a sus hijos para que cometieran los mismos actos atroces en contra de animales de compañía.
Entrenamiento sanguinario
Lascano menciona que en varios sectores del sur capitalino han rescatado a perritos de la basura, los cuales han sido torturados o tenían marcas de haber sido agredidos con objetos cortopunzantes.
Luego de una indagación se percataron de que muchos de los agredidos han sido utilizados como ‘presa’ de otros perros más grandes. El objetivo: peleas de canes.
La activista refiere que en sectores como Caupicho existen organizaciones delictivas que realizan estas actividades clandestinas al margen de la ley. “Son personas que tienen muchos recursos y poder. Son muy peligrosas”.
Un morador que paseaba con su mascota en el parque central de este sector añade que ha visto a delincuentes que entrenan a pitbulls para que ayuden a robar a los transeúntes. “Les dan la orden para que se pongan agresivos frente a la víctima y se les hace más fácil quitarles las cosas”.
Ana Minga, experta en perfilación y comportamiento criminal, señala que la mayoría de estos casos se han dado en sectores en los que existe presencia de bandas delictivas y en los cuales ni la misma policía puede acceder.
Para la analista, el crecimiento del maltrato animal en la capital es un reflejo de la sociedad violenta que se vive en la actualidad. “Esto empezó con las masacres en las cárceles y traspasó a las calles como una forma de imitación”.
Minga considera que estas prácticas violentas responderían a una ‘formación criminal’. Es decir, las bandas estarían probando a sus miembros lo que son capaces de hacer. “Lo practican con seres vulnerables como los animales, para luego ponerse retos más grandes en humanos”.
Experta en perfilación criminal
Esto, según la experta, genera una doble atracción en la mente distorsionada de los agresores. Por un lado, sienten placer de torturar a un ser vivo y complacen esas necesidades psicóticas. Por el otro, saben que pueden recibir remuneración por cometer ese acto.
La analista asegura que los nuevos casos que se han presentado no son aleatorios de personas que por un acto de rabia matan a un animal, sino de psicópatas que quieren enviar una marca con sus actuaciones macabras.
Hace poco hizo el seguimiento del caso de un perro al que sistemáticamente lo agredieron hasta casi matarlo. Lo golpearon en la cabeza para aturdirlo, luego le hicieron cortes en el cuerpo con vidrios y le metieron piedras. Al final lo violaron. Minga indica que este sadismo es un llamado a las bandas y a la sociedad para que “miren lo que somos capaces de hacer”.
En Pisulí, norte de Quito, Édison Vaca y su madre han rescatado a más de 30 perros a los que les encontraron moribundos o agonizando dentro de sacos de yute. Muchos de ellos tenían señales de haber sido torturados y estaban desnutridos. Ahora viven con ellos en un terreno que comparten con otros familiares.
Se han convertido en sus guardianes que protegen el predio frente a tanta delincuencia que se vive en el sector.
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