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Quito: El curioso nombre del parque de la Balacera en el sur de la ciudad
Uno de los fundadores del barrio cuenta que hubo una disputa entre los vecinos y militares de un cuartel. Ahora es un espacio de convivencia y deporte
Fernanda Yunga va a dejar a su hija a la escuela y antes de pasar por una cancha de vóley de la cooperativa 4 de Diciembre, en el sur de Quito, acelera el paso porque teme que les pase algo.
La pequeña le pregunta por qué caminan rápido y ella responde: “Este es el parque de la balacera”. Yunga vive tres cuadras más arriba y desconoce la historia del nombre que, incluso, está grafiteado detrás de la tribuna de la cancha.
La madre y su hija se marchan y aparece César Cárdenas, un militar en servicio pasivo de 86 años, quien suelta una carcajada y dice: “Aquí todo se arregla con plomo”, aunque luego añade: “Mentira, mentira, ya les cuento la historia”.
Lucha por el agua
El soldado de artillería retirado recuerda que en 1989 en ese espacio había terrenos de cultivo, mientras que en las otras zonas los militares que estaban a punto de jubilarse, como él, empezaron a levantar sus viviendas.
No tenían agua potable y gestionaron con el Municipio de Quito para conectar unas tuberías con unos tanques que se ubicaban en las laderas del Unguí. Al ver esto, según Cárdenas, un comandante del Fuerte Militar El Pintado, el cual todavía funciona en el lugar, “quiso ‘hacerse el vivo’ y llevarse las conexiones a su cuartel”.
Cárdenas cuenta que los nuevos moradores que habitaban la zona hacían guardia para evitar la ‘mañosería’.
Morador
Un día, el oficial del cuartel sacó un batallón de más de una docena de soldados, a los que ubicó en lo que ahora es la calle Juan López de Velasco, para apropiarse del agua. “Nos atemorizaron para que cedamos el agua”, asegura Cárdenas.
Sin embargo, una vecina llamada Laura aprovechó el descuido de uno de los militares y le quitó el fusil de guerra. Otro soldado, al ver esto, hizo cuatro disparos al aire. “La mujer no soltó el arma hasta que llegara la prensa y registrara lo acontecido. Desde ahí se llama el Parque de la Balacera”.
Vóley y pristiños
Nicolás Pérez, otro militar en servicio pasivo y habitante de la zona, asevera que en dicho parque no se permiten ‘chumaditos’, fumones ni ‘choros’. Solo personas que aman el deporte y la convivencia familiar.
Los jueves, sábados y domingos se realizan campeonatos de ecuavóley y naipes. También se activa la economía del barrio. Las ‘vecis’ venden pristiños, mangos con limón, café y espumilla.
Reynaldo Pazmiño es de Chillogallo y suele pegarse el viaje al Parque de la Balacera para presenciar los partidos de vóley de los jubilados. Se compra un cafecito, se sienta en los graderíos donde juegan 40 y disfruta del espectáculo. “Son personas de 60 años que todavía le hacen al deporte. Es de admirar”.
Junto a Pérez, el visitante quiere formar una escuela en este deporte para realizar competencias más profesionales.
Ahora, al conocer por qué se llama así este parque, Yunga ya no tendrá temor de pasar por la zona y ser alcanzada por una bala perdida. Que no lo asuste el nombre.
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