Exclusivo
Actualidad

El profe Edu dicta una clase de salsa en La Carolina que dura una hora. Al lugar asisten hasta 50 personas.Karina Defas

Quito: Bailes que ahuyentan a la delincuencia y combaten la inseguridad

Existen iniciativas creadas por jóvenes amantes de diferentes géneros musicales. Conozca cuál es su propósito y en qué lugares encontrarlos.  

Ni la lluvia ni el frío detienen las ganas de bailar de Graciela Moreno, de 28 años, una ingeniera en sistemas que se enamoró de la salsa hace seis años y encontró en este ritmo la fuerza para liderar a un equipo de trabajo compuesto solo por hombres.

“Cuando descubrí la salsa empecé a escuchar a mi cuerpo, a sentirme más segura de mí misma y a tener más liderazgo en el trabajo y en mi vida”, reconoce.

Graciela baila todos los sábados a las 14:00 en uno de los parqueaderos del parque La Carolina, en la esquina de las avenidas Shyris y Eloy Alfaro. Ahí se desarrolla el proyecto ‘Salsa al parque’, una iniciativa creada hace tres años por jóvenes amantes de este género musical, con el propósito de enseñar a disfrutar de este ritmo y hacer que la comunidad salsera crezca en la capital.

Bailan para superar la timidez y para recuperar espacios de la ciudad que se han tornado inseguros.ANGELO CHAMBA

Las mujeres dan el primer paso

Belén Jacho coordina este proyecto que reúne cada sábado entre 40 y 50 personas. Se encarga de conseguir los profesores que dictan una hora de clase, donde se aprende el paso básico, giros, rueda de casino, el meneo de la cadera y más. El aporte es voluntario.

Asegura que el ‘boca a boca’ ha sido la mejor publicidad para atraer a gente que no puede pagar clases particulares debido a su costo (entre 50 y 80 dólares mensuales) o que quiere romper con la timidez. “En la comunidad salsera, nosotras, las mujeres sacamos a bailar a los hombres. Hay que quitar ese tabú de que solo ellos pueden hacerlo o si lo hacen es porque quieren algo con una muchacha. Acá bailas porque lo disfrutas”.

"La comunidad salsera es súper colaboradora, te ayudan, te enseñan de a poco y aprendes más pasos”.Graciela Moreno, participante.

A Belén le encanta la idea de expresarse libremente en el espacio público. Esto, a su criterio, ahuyenta a la delincuencia y combate la inseguridad. “En este espacio, por precaución, siempre tenemos a dos policías que nos acompañan hasta que terminan las clases. Encerrarnos en nuestras casas no es una solución”, reflexiona.

Una encuesta de Oikonomics Consultora Económica, levantada en abril de 2023, asegura que el 88 % de quiteños encuestados percibe a la capital como una ciudad insegura, mientras que el 12 % cree que los parques son lugares propicios para los asaltos.

Y es que según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), 17 de cada 100 personas encuestadas en 2021 fueron víctimas de algún delito, ya sea robo de vehículo, vivienda, víctima de asalto o secuestro. Frente a esta situación, un 47,6 % de ecuatorianos dejó de asistir a espectáculos públicos y un 42 % decidió no salir a caminar por las calles, parques y plazas.

Bailar en los ventanales

Aglow es un grupo conformado por siete chicas entre los 14 y 22 años que bailan en una de las plazas atrás de la plataforma gubernamental, al norte de Quito, en la calle Japón. Este lugar es ideal porque tiene grandes ventanas que sirven como espejos y las ayudan a mejorar los pasos del k-pop, un baile con raíces coreanas que fusiona ritmos como el soul, rap, rock, R&B e incluso el funk.

Ellas arman sus propias coreografías observando videos de grupos coreanos y practicando varios días de la semana para subir el material a las redes sociales o competir en concursos con los que pueden llegar a ganar entre 200 y 400 dólares.

"Nos da un poco de temor por la inseguridad, pero acá como hay muchos grupos nos protegemos entre todos”.Gaelle Dellepiane, organizadora.

Jisoo Defaz, quien se siente atraída por la cultura asiática desde pequeña por influencia de su madre, baila en la plaza hace un año y dos meses. “Este espacio es perfecto porque no te cuesta, en cambio, en una academia nos cobrarían hasta 120 dólares por semana. Por eso cada vez vienen más grupos de jóvenes, los fines de semana somos casi 20”.

Hace un mes se unió Gaelle Dellepiane (17), una joven que compite en las grandes ligas y eso se refleja en la exigencia con la que practica sus pasos. “Estos ventanales nos ayudan a corregir errores y mejorar nuestro baile, evolucionar todas juntas y demostrar nuestros talentos”.

Ambas reconocen que la inseguridad las asusta, pues después de las 17:00 las calles aledañas quedan desoladas, pero ellas quieren quedarse y no perder la oportunidad de seguir practicando en el espacio público. Han aprendido a cuidarse entre sí. “El amor que le tenemos al baile no hace que veamos estas cosas”, dice Jisso.

Al menos 20 grupos de jóvenes se reúnen el fin de semana para practicar distintos ritmos urbanos en una de las plazas al norte de Quito.ANGELO CHAMBA

Arte combate la violencia

Fernando Falconí, gestor cultural y docente en la Facultad de Artes de la Universidad Central, asegura que el arte combate la violencia y la inseguridad. “Estas expresiones artísticas generan puntos de encuentro, espacios seguros y confiables con sentido de identidad y de comunidad”.

Refiere a Medellín, Colombia, como una de las ciudades que, a través del arte, disminuyó los índices delictivos que la sumieron en la violencia por casi dos décadas. Explica que el gobierno local impulsó programas para convertir los espacios conflictivos en lugares seguros con la realización de festivales de música, teatro y propuestas muralistas en los barrios más peligrosos de la urbe.

Falconí no cree que la solución esté en armar a la ciudadanía, como plantea el Gobierno con la aprobación del porte de armas de uso civil, sino en pensar nuevas soluciones desde el arte y la cultura para evitar que los ecuatorianos sigamos perdiendo espacios en las ciudades por miedo a ser asaltados.

En las batallas de freestyle, que pueden durar 15 minutos, se rapea en los parques frente a niños, jóvenes y adultos mayores.GRANASA
  • El arte de ‘batallar’ con la palabra

El freestyle es la habilidad de rapear de forma improvisada, utilizando rimas y metáforas con melodía. En Quito, todos los días se realizan ‘batallas’ en los parques del centro, norte y sur de la capital, como La Carolina, el parque Italia o el parque Inglés. Ahí compiten los raperos o ‘gallos’ para ganar reconocimiento y obtener un pase a los concursos internacionales.

Miguel Mena (21), conocido como Daster, es uno de ellos. Su pasión por esta disciplina inició a los 16, cuando veía a sus compañeros de colegio tomar un parlante y expresarse con libertad. “Cuando estoy en mis horas libres del trabajo, rapeo, cuando hago otra actividad, rapeo, cuando arreglo mi cuarto, rapeo. Ahora tengo más experiencia y participo en las batallas”.

47% de ecuatorianos dejó de asistir a espectáculos, según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC).

Una competencia puede durar 15 minutos, depende el formato y el número de integrantes por equipo. Rapear es una habilidad que requiere agilidad mental, ingenio, concentración, ritmo y conocimiento de la coyuntura local. Al menos esas son las características que califica la jueza e integrante de la Liga Femenina de Freestyle, Bárbara Ayabaca Cedeño, conocida como Miyu.

Para esta joven, el freestyle vive entre el conflicto y la armonía. “Puedes ver un freestyler con más recursos económicos, que es estudiado y a un freestyler que viene del barrio más pobre (...) Hay de todo y eso es lo rico porque hay diversidad, es un espacio para desahogarse”.

En Ecuador hay alrededor de 5 mil hombres y mujeres que practican freestyle en los espacios públicos. A Miyu le preocupa que la delincuencia convierta a estos espacios en zonas rojas y se coarte el derecho a expresarse en las plazas y parques de la ciudad. “Cuando hay ‘batallas’ en La Carolina, no solo van los jóvenes, también hay niños, abuelos, adultos. Nosotros dependemos de nuestro público”.