En el corazón de la vibrante Amazonía ecuatoriana, donde la espesa selva y los sinuosos ríos marcan el ritmo de vida, florece una historia de amor digna de un cuento de hadas entre un indígena amazónico y una joven australiana.

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Perteneciente a la comunidad Kichwa, Pitiuruk, de 24 años, ha encontrado a su alma gemela en Jordan Hauenshild gracias al poder de las redes sociales. Juntos han tejido una narrativa que evoca la icónica historia de Tarzán y Jane.

Pitiuruk, cuyo nombre significa ‘ave’ en español, creció inmerso en las tradiciones ancestrales de su pueblo, rodeado de la rica biodiversidad de la selva ecuatoriana. Desde niño, asimiló los secretos de la naturaleza, los rituales sagrados y los relatos transmitidos de generación en generación por sus ancestros.

Este hombre administra el centro cultural Guayusa Runa en Puyo (Pastaza), un proyecto familiar en el que también participa y se trata de, literalmente, su casa. “A mi familia le gusta compartir nuestra forma de vida; cómo vivimos, qué hacemos, qué comemos, y les compartimos fuego y guayusa”, cuenta.

Las redes sociales se han convertido en su ventana al mundo, donde comparte sus actividades diarias en la selva, desde escalar árboles con la agilidad de Tarzán hasta deleitarse con la impresionante belleza que el Ecuador guarda en sus paisajes.

Y fue a allí mismo, en redes sociales, donde conoció a Jordan, su ‘musa’ australiana de 26 años, quien es experta en marketing digital y que, según mencionó a EXTRA, “ella se enamoró de mi cultura (la ecuatoriana)”.

Jordan, atraída por su fascinación por las culturas indígenas y la belleza natural de la región, se contactó con Pitiuruk, dando inicio a una conexión instantánea. A pesar de las diferencias culturales, ambos encontraron un terreno común en su amor por la naturaleza y su mutuo deseo de aprender el uno del otro.

“Ella me dijo que era la primera vez que iba a conocer Sudamérica, por lo que decidió venir. Organicé mis cosas en mi casa y le dije a mi familia: ‘Voy a viajar a Quito porque una chica viene a conocer Ecuador y yo la voy a ayudar’”, narra el joven.

Su primer encuentro virtual se produjo en diciembre de 2023, pero ambos se conocieron ‘face to face’ el 27 de marzo de 2024, donde compartieron dos semanas juntos como panas, nomás. Allí se tomaron fotos y subieron videos a TikTok que dieron la vuelta al mundo. Inclusive, la noticia también llegó a medios australianos.

“Inesperadamente para ambos, desarrollamos una conexión innegable”, mencionó Jordan en sus redes sociales, confirmando que se habían enamorado entre los verdes paisajes cercanos a Guayusa Runa. “Cada momento juntos fue mágico”, añadió la joven.

Aunque prometieron verse en dos años, la intensidad de su conexión impulsó a Jordan a adelantar su próximo viaje a Ecuador, el cual está previsto para esta semana.

Durante su estancia de dos meses, Jordan se dedicará a gestionar la visa para que ella pueda estar más tiempo en Ecuador y también para que Pitiuruk pueda acompañarla a Australia, donde les esperan nuevas aventuras.

“Para mí sería una oportunidad ir a su país (Australia) y conseguir un trabajo, porque ella dice que en su país hay marcas que están interesadas para yo poder trabajar con ellos, y así trabajar los dos juntos”, cuenta.

Más allá de su rol como influencer, este Tarzán ecuatoriano alberga un sueño que trasciende las fronteras de su comunidad. Inspirado por su deseo de ser un puente entre su cultura y el mundo exterior, aspira a convertirse en modelo y actor.

“Quiero mostrarle al mundo la belleza y la sabiduría de mi pueblo”, afirma Pitiuruk. “Ser modelo y actor me dará la oportunidad de contar nuestras historias, de mostrar nuestra cultura y de inspirar a otros jóvenes indígenas a seguir sus sueños sin olvidar de dónde vienen”.

Su experiencia como influencer junto a otros extranjeros ha sido enriquecedora, pero su ambición apunta a captar la atención de una agencia internacional.

Para alcanzar su meta, Pitiuruk se prepara cada día. Inicia sus mañanas con rituales ancestrales, reuniéndose con su familia a las 05:00 para compartir sus sueños y recibir consejos de sus padres. Su espíritu autodidacta lo ha llevado a aprender inglés a través de la escucha activa y tutoriales, y ahora aspira a dominar el francés.

Para mantener su cuerpo en forma, aprovecha al máximo las herramientas disponibles en su finca. Pitiuruk es un joven con los pies en la tierra, firme en sus convicciones y decidido a perseguir sus sueños sin perder de vista sus raíces ancestrales.

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