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Sin música ni ‘biela’, ¡pero hay ‘cuerpeo’!
El barrio de tolerancia reabrió tras más de seis meses cerrado. Las sexoservidoras deben tener una prueba negativa de COVID-19 para laborar
Arrimada a una pared, de pie y flexionando levemente la pierna izquierda, Dayanna dejaba ver a propósito sus voluptuosos glúteos. Su mascarilla azul combinaba con la lencería transparente que cargaba. “Hay que ser creativa para llamar la atención”, dijo riendo, mientras con sus ojos coqueteaba a los hombres que se le ‘paseaban’ en frente.
La mujer fue una de las sexoservidoras que volvieron a laborar este miércoles en el barrio de tolerancia, mejor conocido como ‘la 18’. La alegría se le notaba en el rostro. Y no era para menos. Luego de más de seis meses volvió a trabajar en el famoso reducto de prostíbulos de Guayaquil. Ya no tendrá que ganarse la vida en las calles rogando regresar a salvo a casa, como lo hizo en el último mes.
Confesó sentirse segura allí dentro porque hay guardias en las puertas de ingreso, por si algún usuario se comporta abusivo. Sin embargo, hay algo que le hará falta: ya no puede bailar sensualmente. La música que provenía de cada bar es cosa del pasado. Un pasado por ahora ‘pisado’ por culpa del coronavirus. No hay parranda. Las mesas que antes estaban llenas de ‘panas’ refrescando el ‘gañote’ con unas ‘heladitas’ lucían vacías. Y es que la venta de trago en la 18 está prohibida. Las aglomeraciones también. Esas condiciones son el mal menor por haber recuperado el ‘cuerpeo’.
“Los clientes venían y se sentaban con unas cervecitas. Eso como que les daba más ganas de entrar con nosotras”, recordó Dayanna. Acostumbrarse al nuevo ambiente le costará un poco. Y el remedio para eso parece ser la improvisación.
“Habrá que poner música en el cuarto con el celular”, sugirió la fémina, en una actitud positiva. Pero no hay mal que por bien no venga. Mientras haya trabajo, lo demás es ‘adorno’, reflexionó la sexoservidora, dueña de una cabellera negra y piernas robustas.
Brenda Rentería, propietaria de uno de los locales del sitio y dirigente de la asociación de dueños de negocios, espera que, a futuro, también les permitan reanudar la atención en los bares, asimismo bajo estrictas medidas de bioseguridad.
Para que los clientes ingresen al recinto del placer se siguen similares normas de bioseguridad que las que se implementan al entrar a cualquier centro comercial. Pero dentro de las habitaciones también hay normas que cumplir. Eso le quedó claro a Allan, uno de los primeros caballeros fogosos que fueron a gozar de un buen rato con una de las chicas.
A su salida explicó cómo lo atendieron y qué cambió en relación al acto sexual antes de la COVID-19. Lo primero que le dijeron es que no puede sacarse la mascarilla para nada. Y antes de la ‘acción’ lo desinfectaron con otro ‘baño’ de alcohol adicional al de la entrada. El momento más interesante del encuentro íntimo también tuvo sus reglas de ‘oro’.
“Hubo que conservar más de un metro de distancia en todas las poses (es decir, alejamiento de rostros). Normalmente uno se subía encima de la muchacha, pero ahora ya no permiten eso porque se tiene muy de cerca el contacto”, explicó el hombre.
Esa nueva modalidad de coito de no estar ‘pegaditos’ fue el cambio que más le llamó la atención a Allan, quien llegó a las 09:00 al lugar, una hora después de que empezaron a atender al público.
“Es un poco incómodo, pero hay que cumplir los protocolos por seguridad de nosotros mismos y de ellas”, recalcó el ciudadano.
A pesar del cambio, él se mostró complacido con el servicio. Mencionó que durante la época en que el barrio de tolerancia estuvo cerrado (desde el 13 de marzo) no quiso utilizar los servicios de las meretrices que estaban en la calle 17, a una cuadra de la 18, para evitar cualquier situación infectocontagiosa.
Allan pagó 15 dólares por el momento de pasión. Tres dólares más en relación al costo que se mantenía hasta antes de la pandemia. La nueva tarifa estaba exhibida en pequeños carteles colocados en cada centro de diversión del lugar. “Del precio no voy a decir nada porque es un trabajo duro para ellas”, opinó Allan.
Dayanna y sus compañeras indicaron que el alquiler de la habitación pasó de 2 a 3 ‘latas’ y que por eso ellas cobran un poco más, para no dejar de ganar en estos tiempo de ‘chirez’.
LAS EXIGENCIAS PARA VOLVER A LABORAR
Rentería informó que a cada una de las sexoservidoras, para poder trabajar, se les exige que presenten el carné de salud actualizado y, además, una prueba de COVID-19 que haya dado negativo.
En el sitio ayer se habilitó un punto médico en una de las esquinas, en el cual las mujeres podían ir y practicarse un test rápido en caso de no contar con uno.
En dicho espacio a cada momento fue común ver a muchas trabajadoras sexuales sentarse a esperar a que una enfermera les extraiga un pinta de sangre para cumplir con dicho requisito.
A las féminas también se les debe medir la temperatura a su ingreso al centro de prostíbulos y también deber ser rociadas con alcohol. Ambos procesos también se repiten con cada usuario.
En tanto, otra escena repetida fue el ver a una parte de los celadores del lugar rondando ambas alas de la 18 solicitando a los clientes que mantengan el distanciamiento social y verificando que ninguno se saque la mascarilla.
Los custodios también ‘ojeaban’ que los ciudadanos no permanezcan mucho tiempo dentro del sitio, en caso de que ya hayan utilizado los servicios de una dama o que lleven mucho rato sin decidir con cuál de ellas van a ingresar a una de las habitaciones.
El pasado lunes el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) Cantonal dispuso que el barrio de tolerancia sea reabierto. Sin embargo, la firma de actas de compromiso y otros trámites que debían cumplir los propietarios de estos negocios hizo que la reapertura tarde.
Los prostíbulos de dicha zona ‘guayaca’ son los únicos que, al momento, están habilitados para operar en la ciudad. El resto siguen cerrados hasta nueva orden.